JUSTICIA PARTE 3

Es importante entender que toda auto-justificación y toda auto-condena responden a una forma de justicia que nos mantiene en esclavitud. Esa justicia no somos nosotros, sino que son las formas del viejo hombre. Cuando vemos esa forma de justicia queriéndonos mantener en esclavitud, debemos clamar a Dios, que por Su Espíritu, seamos librados y quitados de esa ignorancia.

La justicia humana (que produce auto justicia y auto condena) es ignorancia y tinieblas en el corazón del hombre.

El apóstol Pablo llama a la ley “el ministerio de condenación”. Es decir, la ley sólo tenía por objetivo producir condena. Aún así ese ministerio tenía una gloria, pero debemos entender que el ministerio de la Justificación y del Espíritu tiene una gloria superlativamente mayor. A esa gloria hemos sido llamados y por lo tanto no añoramos las experiencias humanas que se vieron antes de Cristo, sino a expresar la Gloria de esta Justicia que es en Cristo. (2 Corintios 3:5-11)

La contraparte en la exposición de Pablo es el ministerio de justicia, que viene como resultado de la justificación, el cual nos libera de toda auto-justificación y de toda auto-condenación, porque está fundamentado en la gracia, a través de la cual todos los sistemas humanos producto de la naturaleza caída son destruidos.

LA LEY DE DIOS Y LA LEY COMO SISTEMA HUMANO

Es importante entender que la Ley de Dios es perfecta y es el resultado de Su Amor y Su naturaleza por medio de la cual todas las cosas son sujetas a Su Soberanía. La ley de Dios no puede ser limitada a textos y preceptos humanos.

Israel recibió en el desierto la Ley de Dios por medio de Moisés. Sin embargo, aquella ley no produjo obediencia y transformación. ¿Porqué?

Para responder esa pregunta necesitamos entender que la Ley de Dios responde a Su Naturaleza. Es decir, una es la ley que sale de la boca de Dios (su palabra, su verbo) y otra es el espíritu con el que se recibe la escritura de aquellas palabras. Son de naturaleza diferentes. Podemos decir que la ley que expresaba Dios a Moisés era Cristo mismo, el verbo. La ley anuncia la naturaleza de Cristo en forma de amor y obediencia. Pero Israel se quedó  con la letra y esto sólo vino para alimentar los viejos sistemas de justicia personal. ¿Qué fue lo que produjo? Esa conducta trajo el gobierno del pecado en ellos.

1 Corintios 15:54-56 dice: “Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria.  (55)  ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?  (56)  ya que el aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado, la ley”.

Cuando el apóstol Pablo dice que el poder del pecado es la ley, se refiere a los mandamientos en forma de imposición. Las leyes escritas por Israel. Esto no se refiere a la ley que sale de Dios, sino a la ley recibida e interpretada por el alma humana (separada de Dios).

Entonces: Si la ley no podía perfeccionar a los hombres ni santificarlos, ¿Porqué Dios entregó la ley a Israel en el desierto? Esto lo responde el apóstol Pablo a los gálatas:

Gálatas 3:19-23 dice: “Entonces, ¿para qué sirve la ley? Fue añadida a causa de las transgresiones, hasta que viniese la simiente a quien fue hecha la promesa; y fue ordenada por medio de ángeles en mano de un mediador.  (20)  Y el mediador no lo es de uno solo; pero Dios es uno.  (21)  ¿Luego la ley es contraria a las promesas de Dios? En ninguna manera; porque si la ley dada pudiera vivificar, la justicia fuera verdaderamente por la ley.  (22)  Mas la Escritura lo encerró todo bajo pecado, para que la promesa que es por la fe en Jesucristo fuese dada a los creyentes.  (23)  Pero antes que viniese la fe, estábamos confinados bajo la ley, encerrados para aquella fe que iba a ser revelada”.

Pablo explica que la ley encerró todo bajo pecado, es decir, expuso la naturaleza humana y su imposibilidad de llegar a Dios con méritos y fuerzas personales. Expuso la esclavitud del hombre y su injusticia para que quedara en evidencia que sólo por la fe y por medio de Jesucristo alcanzaríamos la justificación y la vida eterna.

Entonces, la ley fue importante en estos sentidos:

  1. Es un anuncio profético del Hijo de Dios y Su naturaleza.
  2. Pone en evidencia al pecado como naturaleza gobernante sobre el hombre.
  3. Pone en evidencia la incapacidad del hombre de alcanzar la justicia por fuerzas o méritos personales.

Romanos 5:20-21 dice: “Pero la ley se introdujo para que el pecado abundase; mas cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia;  (21)  para que así como el pecado reinó para muerte, así también la gracia reine por la justicia para vida eterna mediante Jesucristo, Señor nuestro”.

Al hombre le sería imposible entender la gracia si no se pone en evidencia la imposibilidad a la que se encuentra sujeto y su propia esclavitud. La ley cumplió ese objetivo haciendo abundar el pecado. Porque mientras la ley reprime el pecado, en realidad le está dando más y más fuerza. Pero la Gracia de Dios condenó al pecado y lo mató, para darnos a nosotros nueva Vida.

Romanos 7:6-13 dice: “Pero ahora estamos libres de la ley, por haber muerto para aquella en que estábamos sujetos, de modo que sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra.  (7)  ¿Qué diremos, pues? ¿La ley es pecado? En ninguna manera. Pero yo no conocí el pecado sino por la ley; porque tampoco conociera la codicia, si la ley no dijera: No codiciarás.  (8)  Mas el pecado, tomando ocasión por el mandamiento, produjo en mí toda codicia; porque sin la ley el pecado está muerto.  (9)  Y yo sin la ley vivía en un tiempo; pero venido el mandamiento, el pecado revivió y yo morí.  (10)  Y hallé que el mismo mandamiento que era para vida, a mí me resultó para muerte;  (11)  porque el pecado, tomando ocasión por el mandamiento, me engañó, y por él me mató.  (12)  De manera que la ley a la verdad es santa, y el mandamiento santo, justo y bueno.  (13)  ¿Luego lo que es bueno, vino a ser muerte para mí? En ninguna manera; sino que el pecado, para mostrarse pecado, produjo en mí la muerte por medio de lo que es bueno, a fin de que por el mandamiento el pecado llegase a ser sobremanera pecaminoso“.

Romanos 8:1-4 dice: “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. (2) Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte. (3) Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne; (4) para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu”.

Romanos 13:7-10 dice: “Pagad a todos lo que debéis: al que tributo, tributo; al que impuesto, impuesto; al que respeto, respeto; al que honra, honra.  (8)  No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros; porque el que ama al prójimo, ha cumplido la ley.  (9)  Porque: No adulterarás, no matarás, no hurtarás, no dirás falso testimonio, no codiciarás, y cualquier otro mandamiento, en esta sentencia se resume: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.  (10)  El amor no hace mal al prójimo; así que el cumplimiento de la ley es el amor”.

¿CÓMO REVESTIR NUESTRAS ALMAS DE JUSTICIA?

  1. Exponga su alma a la luz de la Palabra de Dios una y otra vez, con humildad y sencillez. La humildad es la virtud aliada de la Justicia.
  2. Pida a Dios sabiduría y entendimiento para que toda estructura de justicia humana que opera en su alma le sea revelada. De esa manera será más fácil despojar al alma de las mentiras de la justicia humana y del viejo hombre.
  3. Piense y anhele expresar el amor verdadero y espiritual. Es en el amor donde se cumple y establece la Justicia de Dios.
  4. Revierta en su vida toda agenda que le conduzca a defenderse a sí mismo y justificarse, para entregar más tiempo a ver crecer a Cristo en usted.
  5. No permita a su alma permanecer en la auto-condena.

LA JUSTICIA Y LOS VÍNCULOS

Romanos 8:30-34 dice: “Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó.  (31)  ¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?  (32)  El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?  (33)  ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica.  (34)  ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros”.

Revestir nuestras almas de la Justicia de Dios que es por la vida de Cristo en nosotros es sumamente importante al momento de ser edificados como Cuerpo de Cristo.

Toda forma de justicia humana produce separación, individualismo y humanismo. La justicia humana produce pleitos, bandos, enemistades, choques de ideología y otras consecuencias.

La Justicia de Dios también produce separación: es la santidad que trae la naturaleza de Dios que nos separa más y más del mundo. Cuando revestimos nuestras almas de la Justicia de Dios, operamos en reconciliación y en Su amor. De esa manera somos añadidos al funcionamiento del Cuerpo como uno.

Hemos visto que en la justicia humana, cada persona opera como un centro legislativo y judicial. Eso produce que cada persona crea en sí mismo lo que está bien y lo que está mal, trayendo separación. Cuando somos traídos al Cuerpo de Cristo ya no respondemos a justicias personales y humanas sino a la naturaleza de Dios en nosotros. Esa justicia es amor en su esplendor y nos hace ser uno aún cuando seamos muchos. A eso se refería Pablo cuando decía a los corintios (1 Cor. 6:7): “¿Porqué no sufren más bien el agravio?”. Es decir, porqué no operan en la Justicia de Dios, la cual se expresó en aquella Cruz: Cristo sufrió nuestro agravio. El mismo principio lo vemos en la parábola de Jesús sobre el siervo injusto (Mat 18:21).

La unidad del cuerpo no se provoca por acuerdos humanos ni negociaciones entre líderes. La unicidad del cuerpo se manifiesta en nuestros días cuando cada miembro se va despojando de sus justicias personales y se reviste de la Justicia de Dios, la cual portamos en nuestro espíritu por Su Naturaleza en nosotros. Aquella Justicia que nos hace amar a Dios y al prójimo, expresando el Gobierno de Dios en nuestras vidas.

Colosenses 3:12-14 dice: “Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia;  (13)  soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros.  (14)  Y sobre todas estas cosas vestíos de amor, que es el vínculo perfecto”.

Si desea recibir nuestras difusiones de clases discipulares en audio por Whatsapp, envíenos un mensaje con su nombre a: +5492235633892

0 comentarios en “JUSTICIA PARTE 3”

Dejá un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *