La Semilla, Luz y Gracia de Dios

Nota de los editores: La siguiente nota es un extracto editado de los escritos de Robert Barclay. Algunas expresiones y párrafos fueron modificados para favorecer la lectura y comprensión, buscando mantener el espíritu del texto original. El propósito de este extracto es exponer algunos pensamientos útiles para meditar acerca de la salvación por medio de Cristo, dejando de lado toda discusión teológica o dogmática. Desde el equipo de HD, creemos que cada persona que recibe con gozo la vida y trato de Dios en su corazón, podrá tener una distinción viva de la salvación, y no sólo definiciones o posiciones doctrinales. El lector puede acceder a los escritos completos, en la versión original traducida y editada al español en la “Biblioteca de los amigos”, en el siguiente enlace: https://www.bibliotecadelosamigos.org/amigo/robert-barclay

Para construir una nueva ciudad, primero hay que quitar los escombros viejos antes de poner un nuevo fundamento. De igual manera, quien llega a una casa contaminada y llena de basura, primero debe barrer y limpiar antes de colocar sus muebles nuevos y buenos. La luz del amanecer es suficiente para despejar las tinieblas y revelar lo más obvio, pero el claro descubrimiento y discernimiento de las cosas está reservado para el resplandor pleno del sol.

De acuerdo a esta Luz, el Evangelio verdadero, conforme se nos ha revelado en Jesucristo y fortalecido por nuestra experiencia viva y el testimonio del Espíritu en nuestros corazones, podemos afirmar con confianza y claridad, según el testimonio de las Sagradas Escrituras, los siguientes puntos:

I. El Tiempo de Visitación

Dios, en su infinito amor, envió a Su Hijo, el Señor Jesucristo, al mundo para probar la muerte por todos. Él ha dado a cada persona—sea judío o gentil, turco o escita, indio o bárbaro, de cualquier nación—un cierto tiempo de visitación en el cual pueden ser salvos y participar del fruto de la muerte de Cristo.

II. La Luz y la Gracia

Dios, para este fin, ha comunicado a cada persona una medida de la Luz de Su propio Hijo, una medida de gracia, o una medida del Espíritu. La Escritura la describe con varios nombres: la “semilla del reino” (Mateo 13:18-19), la “Luz que manifiesta todo” (Efesios 5:13), la “Palabra de Dios” (Romanos 10:17; Santiago 1:21), la “manifestación del Espíritu dada para provecho” (1 Corintios 12:7), “un talento, o mina” (Mateo 25:15; Lucas 19:11), “una pizca de levadura” (Mateo 13:33), y “el Evangelio predicado en toda criatura” (Colosenses 1:23).

III. La Invitación de Dios

Dios, a través de esta Luz y Semilla, invita, llama, exhorta y contiende con cada persona con la intención de salvarla. Cuando esta obra de gracia es recibida y no resistida, puede llevar a la salvación. Esta gracia despierta en nosotros un sentido de nuestra miseria, nos une a los sufrimientos de Cristo y nos hace partícipes de Su Resurrección, convirtiéndonos en santos, puros y justos, libres de nuestros pecados.

Sin embargo, este don de gracia puede ser resistido y rechazado. Cuando esto sucede, se dice que Dios es resistido (Hechos 7:51; Hebreos 2:3; Gálatas 2:21) y que Cristo es crucificado de nuevo y expuesto a vituperio (Hebreos 6:6). Para aquellos que resisten y rechazan esta gracia, se convierte en su condenación (Juan 3:19).

La Exaltación de la Gracia de Dios

El mensaje del evangelio exalta la gracia de Dios sobre todo, como la fuente de todo lo bueno, desde el más pequeño movimiento de bien hasta la conversión y salvación completa del alma.

Consideraciones Adicionales

La Semilla del Reino de Dios, la Luz Verdadera o Gracia, es una sustancia espiritual y real. El alma del hombre puede percibirla y distinguirla, y de ella surge un nacimiento real, espiritual e interno en los creyentes. La Escritura lo llama la nueva criatura o el nuevo hombre en el corazón.

Es crucial distinguir correctamente entre la Luz de Cristo y la conciencia natural del hombre. La conciencia, surgida de las facultades naturales del alma, puede contaminarse y corromperse. El apóstol Pablo, hablando de los impuros, dice claramente: “hasta su mente y su conciencia están corrompidas” (Tito 1:15). Sin embargo, esta Luz nunca puede corromperse o contaminarse, ni jamás ha aprobado el mal o la iniquidad en nadie. Ella “hace manifiestas todas las cosas que son reprobadas” (Efesios 5:13) y es un testigo fiel para Dios contra cada manifestación de injusticia en el hombre.

Esta Luz o Semilla no es un poder o facultad natural de la mente del hombre. Un hombre sano puede agitar, mover y ejercitar las facultades de su alma a su antojo, siendo amo de ellas. Pero la Luz o Semilla de Dios en el hombre no se mueve ni despierta cuando el hombre lo desea. Se mueve, hiere y contiende con el hombre conforme el Señor lo considera oportuno. Aunque hay una posibilidad de salvación concedida a todo hombre durante el día de su visitación, el hombre no puede, a su antojo, despertar esa Luz o Gracia para procurar para sí mismo una verdadera ternura de corazón. En lugar de esto, debe esperarla, ya que viene en ciertos tiempos y temporadas, obrando poderosamente en el alma, enterneciéndola y quebrantándola fuertemente. Quien no la resista, sino que la reciba y la siga, experimentará la salvación por medio de ella. Así como el estanque de Betesda no sanaba a todos, sino solo a aquellos que esperaban el movimiento de las aguas, Dios, en ciertos tiempos, se mueve por amor a la humanidad mediante Su Semilla en sus corazones, poniendo sus pecados en orden delante de ellos, invitándolos a arrepentirse y ofreciéndoles la remisión de los pecados y la salvación. Quien reciba esta invitación puede ser salvo.

No hay ningún hombre vivo que, si tratara fiel y honestamente con su propio corazón, no se viera obligado a confesar que ha sido consciente de esto en alguna medida, lo cual es algo que el hombre no puede producir en sí mismo con todo su esfuerzo y diligencia. Este, oh hombre y mujer, es el día de la visitación misericordiosa de Dios para sus almas, y serán felices para siempre si no lo resisten. Este es el día del Señor, que, como Cristo dice, es como el relámpago que resplandece desde el oriente hasta el occidente, y como el viento o Espíritu, que sopla sobre el corazón, y ningún hombre sabe de dónde viene ni a dónde va.

Textos Bíblicos Pertinentes

  • Tito 1:15 (RVR1960): “Todas las cosas son puras para los puros; mas para los corrompidos e incrédulos nada les es puro; pues hasta su mente y su conciencia están corrompidas.”
  • Efesios 5:13 (RVR1960): “Mas todas las cosas, cuando son puestas en evidencia por la luz, son hechas manifiestas; porque la luz es lo que manifiesta todo.”
  • Hechos 7:51 (RVR1960): “¡Duros de cerviz, e incircuncisos de corazón y de oídos! Vosotros resistís siempre al Espíritu Santo; como vuestros padres, así también vosotros.”
  • Hebreos 2:3 (RVR1960): “¿Cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande? La cual, habiendo sido anunciada primeramente por el Señor, nos fue confirmada por los que oyeron.”
  • Juan 3:19 (RVR1960): “Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas.”
  • Juan 5:24 (RVR1960): “De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida.”
  • Efesios 2:8-9 (RVR1960): “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe.”
  • Romanos 8:1-2 (RVR1960): “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte.”

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