Él es la Luz que Alumbra a Todo Hombre

Juan 1:1-10 dice: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella. Hubo un hombre enviado de Dios, el cual se llamaba Juan. Este vino por testimonio, para que diese testimonio de la luz, a fin de que todos creyesen por él. No era él la luz, sino para que diese testimonio de la luz. Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo. En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció”.

Es crucial que experimentes esa luz en tu interior. El evangelio empieza a obrar en nosotros desde esa luz, y su impacto crecerá a medida que esa luz se expanda y transforme nuestro corazón.

¿Qué Busca Hacer esa Luz en Nosotros?

La respuesta a esta pregunta se encuentra en nuestro interior, en la medida en que nos rendimos a la obra viva de Cristo en nuestros corazones. Podemos estar seguros de que esa luz anhela crecer y llenarnos por completo. 2 Pedro 1:19 dice: “Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones“.

La palabra del evangelio llega a nosotros cuando estamos en tinieblas, perdidos en la muerte espiritual. Pero esa luz tiene el poder de convertirse en el todo en nosotros. No viene para ofrecer un alivio temporal ni para satisfacer nuestras expectativas previas, sino para conducirnos a la voluntad de Dios, la cual debemos aprender a conocer con humildad y sencillez.

La Luz que Nos Hace Brillar

Jesús mismo nos dice en Mateo 5:14-15: “Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa”. 

Esa luz llega a nuestros corazones para realizar una obra que nadie puede lograr por sus propias fuerzas. ¿Qué podemos hacer entonces? Podemos permanecer en esa luz, reconociéndola y abrazándola. No debemos huir de ella, sino amarla y permitir que nos transforme.

Juan 3:18-19 nos advierte: “El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios. Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas”.

La Palabra Viva, Cercana a Ti

Él es la palabra viva que está cerca de ti. Romanos 10:6-10 declara: “Pero la justicia que es por la fe dice así: No digas en tu corazón: ¿Quién subirá al cielo? (esto es, para traer abajo a Cristo); o, ¿quién descenderá al abismo? (esto es, para hacer subir a Cristo de entre los muertos). Mas ¿qué dice? Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón. Esta es la palabra de fe que predicamos: que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación”.

Esa palabra está cerca de nosotros, esperando ser reconocida. Podemos rendirnos a ella o resistirnos. Es la palabra por medio de la cual el universo fue creado. Y lo mismo puede suceder en nuestro interior si permitimos que una nueva creación nazca en nosotros. Por eso, en sus primeras obras, Cristo nos muestra el vacío y la oscuridad que reinan en nuestro corazón, conduciéndonos a negarnos a nosotros mismos para seguir Su guía.

Encontrando la Palabra Viva

¿Podemos encontrar esa palabra viva? Solo necesitamos inclinar nuestro corazón hacia Dios y mantenerlo allí. Esa palabra es el don de Dios que separa lo que es verdadero de lo falso. Cuando revela algo contrario a la vida y el amor de Dios, toda paz falsa es deshecha, y en su lugar surgen conflictos. Muchos, en su deseo de restaurar esa paz falsa, buscan excusas o doctrinas que justifiquen su condición anterior. Pero debemos recordar que la paz que Cristo trae no es como la que el mundo ofrece. Es una paz que viene cuando el corazón es completamente liberado de todo lo que antes reinaba en él.

Por lo tanto, debemos estar dispuestos a aceptar la obra de Cristo en nuestro corazón, aunque traiga incomodidad y dolor. Esos dolores serán infinitamente más valiosos que el confort estéril del pasado.

Permanezcamos en Cristo

Escuchemos el consejo de Jesús: permanezcamos en Él. Esperemos la obra de Su gracia. Mantengamos nuestros sentidos fieles a Él, hasta que seamos testigos de Su poder y gloria. Seamos como niños y hagámonos ignorantes para que lleguemos a ser sabios en esa sabiduría y vida que es el Reino de Dios en nuestro interior. 


Referencias Bíblicas:

  • Juan 1:1-10
  • 2 Pedro 1:19
  • Mateo 5:14-15
  • Juan 3:18-19
  • Romanos 10:6-10
  • Hebreos 11:3
  • Gálatas 6:15
  • Juan 15:4
  • 1 Pedro 1:13
  • 2 Corintios 11:3
  • Hebreos 12:2
  • Lucas 18:17
  • 1 Corintios 3:18

Version Reina Valera 1960.

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