La mansedumbre (gr. praútes), a veces traducido “docilidad”, describe básicamente la fuerza controlada expresada por un corazón humilde. En su antiguo sentido secular, el término griego significaba una suave brisa o una bestia domada, es decir, la fuerza utilizada para bien y no para mal. Jesús se describió a sí mismo con la palabra mansedumbre (exponiendo así la mansedumbre como una de sus virtudes).
Mateo 11:29 dice: “Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas…”.
Esto nos da la idea de aquel animal que se somete al servicio para hacer su trabajo en la labranza. Jesús se sometió a las intenciones del Padre, aunque eso le significó una posición que le humillaba. La mansedumbre es la virtud que une la humildad con el servicio.
Mateo 5:5 dice: “Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad”.
LA MANSEDUMBRE Y EL TRATAMIENTO A LA NATURALEZA HUMANA
Santiago 1:19-21 dice: “Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse; (20) porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios. (21) Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas”.
Se dice que un caballo es manso cuando tiene la virtud de someterse al jinete, de acuerdo a su entrenamiento. Ese entrenamiento y enseñanza somete los impulsos de su naturaleza para servir a las expectativas de quien lo señorea.
Por la vida espiritual somos llamados “hijos” en el espíritu, pero llamados a ser siervos del Señor en nuestras almas. Un alma revestida de mansedumbre es aquella que se somete a los designios e intenciones del Señor, sometiendo todo impulso de la vieja naturaleza.
Dentro de la amplia gama de usos que se le ha dado al caballo a lo largo de la historia podríamos resaltar los siguientes:
1. Caballo de desfile. Es aquel que presenta una dignidad, orden y presencia para presentarse delante de los gobernantes y desfiles.
Colosenses 1:10 dice: “…para que andéis como es digno del Señor, agradándole en todo, llevando fruto en toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios…”
1 Tesalonicenses 2:12 dice: “…y os encargábamos que anduvieseis como es digno de Dios, que os llamó a su reino y gloria.”
2. Caballo de Batalla. Este caballo está entrenado para obedecer a su jinete, aunque él le ordene ir directamente hacia el peligro. El caballo aprende a ignorar absolutamente todos sus instintos que le hacen huir del peligro. Aprende a ignorar los ruidos y enfocarse en aquello que su jinete le ordena.
Filipenses 1:27 dice: “Solamente que os comportéis como es digno del evangelio de Cristo, para que o sea que vaya a veros, o que esté ausente, oiga de vosotros que estáis firmes en un mismo espíritu, combatiendo unánimes por la fe del evangelio…”
3. Caballo de trabajo. Aquel que se somete con mansedumbre al servicio de su señor para trabajar (por ejemplo, para trabajar la tierra).
Romanos 12:11-12 dice: “En lo que requiere diligencia, no perezosos; fervientes en espíritu, sirviendo al Señor; (12) gozosos en la esperanza; sufridos en la tribulación; constantes en la oración…”
Lucas 9:62 dice: “Y Jesús le dijo: Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios”.
4. Caballo de carrera. Se entrena para la alta competencia. Tiene una vida programada para la disciplina y para alcanzar el máximo rendimiento.
Hebreos 12:1 dice: “Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante…”
El alma necesita ser revestida de mansedumbre para responder al llamado de Dios, porque la naturaleza del viejo hombre se dirigirá siempre en dirección opuesta: ella siempre buscará la supervivencia y la comodidad.
2 Timoteo 2:3-7 dice: “Tú, pues, sufre penalidades como buen soldado de Jesucristo. (4) Ninguno que milita se enreda en los negocios de la vida, a fin de agradar a aquel que lo tomó por soldado. (5) Y también el que lucha como atleta, no es coronado si no lucha legítimamente. (6) El labrador, para participar de los frutos, debe trabajar primero. (7) Considera lo que digo, y el Señor te dé entendimiento en todo”.
TRES ACTITUDES DE LA MANSEDUMBRE
La mansedumbre describe tres actitudes:
1. Sumisión a la voluntad de Dios (Col. 3:12).
Colosenses 3:12-13 dice: “Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia; (13) soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros”.
Tito 3:1-2 dice: “Recuérdales que se sujeten a los gobernantes y autoridades, que obedezcan, que estén dispuestos a toda buena obra. (2) Que a nadie difamen, que no sean pendencieros, sino amables, mostrando toda mansedumbre para con todos los hombres”.
2. Educabilidad (Stg. 1:21) y defensa de la fe.
Santiago 1:21 dice: “Por lo tanto, desechando toda suciedad y la maldad que sobreabunda, recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas”.
1 Pedro 3:15 dice: “sino santificad a Dios el Señor en vuestros corazones, y estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros;…”
3. Consideración por los demás (Ef. 4:2).
Efesios 4:2 dice: “con toda humildad y mansedumbre, con paciencia, soportándoos los unos a los otros en amor;…”
Gálatas 6:1-2 dice: “Hermanos, aun si alguno es sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradlo en un espíritu de mansedumbre, mirándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado. (2) Llevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo.”
¿CÓMO REVESTIR EL ALMA DE MANSEDUMBRE?
- Pida a Dios revelación de su calidad de hijo por la vida espiritual. Esa posición espiritual es la mejor instrucción a su alma para que sea sometida y asuma su posición de servicio.
- Declare con su boca una y otra vez que usted es un siervo del Señor. Tenga comportamientos de servicio al Señor en todo lo que haga, aún cuando esté haciendo sus tareas más comunes. Lleve a su alma a entender que aún cuando esté trabajando o haciendo tareas domésticas, todo sea en servicio al Señor.
- Escoja enfrentar las batallas que le llevarán a ver las victorias que Dios ha preparado. Quite de su alma cada día los impulsos de buscar la comodidad y evitar la confrontación. Usted ha sido llamado para enfrentar las batallas correctas. Si una circunstancia trae incomodidad, escoja la incomodidad como favorable hasta que se produzca el fruto del Espíritu en usted, de manera tal que toda emoción y pensamiento sea sometido a esa verdad.
- Abrace todo aquello que Dios le ha puesto para ser entrenado y disciplinado en función de su madurez. Determine ser constante con aquello que le conduce al avance en la “Carrera Espiritual”, quitándolo de la lista de opciones y animosidad del alma.
- Permita al Espíritu Santo que muestre cuál es su dignidad en la vida espiritual. Permita que esa posición y dignidad revelada produzcan un despojo de toda reacción del alma. Medite en eso cada vez que una circunstancia o persona le provoque a reacciones de enojo. Ninguna circunstancia, palabra o persona podrá jamás modificar su dignidad espiritual. La mansedumbre le llevará a usted a no defender su dignidad humana y natural, de manera tal que no sea usted gobernado por ninguna actitud externa (personas, situaciones o tinieblas).
- Pide al Señor que te muestre de qué manera lo que hoy tienes que enfrentar puede ser usado para expresar la naturaleza de la vida espiritual. De esa manera podrás ser despojado de toda ansiedad o emoción adversa y poder enfrentar con mansedumbre cada día, hasta que seas aprobado y toda adversidad sea transformada en victoria.
Proverbios 22:24-25 dice: “No te entremetas con el iracundo, Ni te acompañes con el hombre de enojos, (25) No sea que aprendas sus maneras, Y tomes lazo para tu alma”.
LA MANSEDUMBRE Y LOS VÍNCULOS
Efesios 5:21 dice: “Someteos unos a otros en el temor de Dios”.
La mansedumbre es una virtud que colabora de manera extraordinaria a la manifestación del Cuerpo de Cristo y sus vínculos. Toda forma de autoridad y liderazgo que funciona en la iglesia según el diseño de Dios, no se produce para señorear a las personas, sino para conducirlas a la madurez, colaborar con la obra del Espíritu Santo y servirles. Cuando nos sometemos unos a otros los procesos espirituales son más rápidos y los resultados materiales se aceleran. El cuerpo humano es un ejemplo extraordinario de eso: cada miembro se sujeta y somete a otro, aunque todos responden a los designios de la cabeza. No nos sometemos por jerarquía, sino por vida. La mansedumbre que proviene de la vida espiritual es una virtud que opera en el corazón de aquel que está siendo visto por el Señor y no por los hombres.
Hay muchas personas que se muestran sumisos por apariencia, pero tienen pensamientos violentos y rencorosos. Eso lejos está de ser mansedumbre. La verdadera mansedumbre se produce en la claridad de quienes somos en el espíritu y sometiendo el alma primeramente a esa realidad en nosotros, a Dios y por consecuencia a los hombres con paciencia y amor.
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