El evangelio no pertenece al mundo de los conceptos o dogmas, sino que su naturaleza es espiritual, por lo tanto, no puede ser encapsulada en frases aprendidas.
1 Pedro 1:12 dice: “A éstos se les reveló que no para sí mismos, sino para nosotros, administraban las cosas que ahora os son anunciadas por los que os han predicado el evangelio por el Espíritu Santo enviado del cielo; cosas en las cuales anhelan mirar los ángeles”.
1 Corintios 2:13-14 dice: “lo cual también hablamos, no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu, acomodando lo espiritual a lo espiritual. Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente”.
Cuando el evangelio es expresado con palabras espirituales produce aceptación para los llamados a salvación o completo rechazo para aquellos que carecen de fe y no creen en La Palabra. La esencia del evangelio es una palabra espiritual que se dirige primeramente al espíritu.
Es por eso que para profundizar el entendimiento del evangelio no necesitamos un libro o escuchar una charla sobre el tema, sino más bien clamar, pedir, suplicar, como quien tiene hambre de entendimiento, por la obra del Espíritu Santo en nosotros.
Nuestra generación necesita hombres y mujeres con verdadera hambre espiritual, capaz de elevar el valor, la importancia y la vigencia que merece el evangelio vivo, verdadero y genuino.
LA VIGENCIA CONTINUA DEL EVANGELIO
Muchos podrían pensar que el evangelio es aquel mensaje que oímos por primera vez, cuando nos fue presentada la oportunidad de creer en Dios y confesar a Jesucristo como Señor de nuestras vidas. Sin embargo, ese pudiera llegar a ser un pequeño aspecto temporal del evangelio, sin lugar a dudas uno importante (ya que tiene el poder de improntar la mente y el corazón con ciertos pensamientos) pero, sin embargo el verdadero evangelio es mucho más que un conjunto de sencillas frases recitadas a aquellos que no conocen ni han confesado creer en Dios.
El evangelio es tan complejo, profundo y misterioso, que debemos caminar en él todos los días de nuestras vidas, profundizándolo y permaneciendo cada día en aquello que nos fue revelado por el Espíritu Santo. Por lo tanto, para poder avanzar y madurarlo necesitamos disponer un tiempo para quitarle a este evangelio todo vestigio de humano menosprecio mental.
CRISTO CRUCIFICADO.
El evangelio que anuncia la Cruz de Jesucristo no contiene sabiduría humana, sino sólo la posibilidad de conectar con la mayor expresión del poder de Dios; nuestra resurrección por medio de Jesucristo, no siendo está el resultado de un razonamiento o producto de ninguna lógica humana sino voluntad y sabiduría de Dios.
Esto se debe a que el hombre bajo su propia sabiduría, su lógica y razonamiento, no puede conocer a Dios; de ahí que el evangelio, no pretende ser entendido bajo nuestros parámetros humanos y es sólo revelación de Dios. Ante la cruz entonces, nacen algunas preguntas y responderlas, nos hacen abordar una vez más las escrituras:
Gálatas 3:1 dice: “¡Oh gálatas insensatos! ¿quién os fascinó para no obedecer a la verdad, a vosotros ante cuyos ojos Jesucristo fue ya presentado claramente entre vosotros como crucificado?”
Si el apóstol Pablo tenía extraordinarios testimonios para contar… ¿Por qué predicaba a Cristo crucificado? ¿No había visto a Jesús resucitado cuando perseguía a la Iglesia? ¿No fue llevado al tercer cielo, donde pudo verlo glorificado?
1 Corintios 1:17-19, 22-24 dice: “Pues no me envió Cristo a bautizar, sino a predicar el evangelio; no con sabiduría de palabras, para que no se haga vana la cruz de Cristo. Porque la palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios. Pues está escrito: Destruiré la sabiduría de los sabios, Y desecharé el entendimiento de los entendidos. […] Porque los judíos piden señales, y los griegos buscan sabiduría; pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero, y para los gentiles locura; mas para los llamados, así judíos como griegos, Cristo poder de Dios, y sabiduría de Dios.”
1 Corintios 2:1-2 dice: “Así que, hermanos, cuando fui a vosotros para anunciaros el testimonio de Dios, no fui con excelencia de palabras o de sabiduría. Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a este crucificado.”
¿Crees que Él es el Hijo de Dios y Su muerte tiene el poder de salvarte? Si así lo crees, tu fe te será contada por justicia.
A modo de conclusión, acerca del evangelio debes saber:
- El evangelio correcto será una semilla que, siendo alimentada, clamará y pedirá por crecer hasta dar fruto; pues contiene todo lo necesario para alcanzarlo.
- Cuando la palabra de la cruz es abortada en una persona, se convierte en el primer tropiezo para alcanzar su madurez.
- El evangelio de Cristo crucificado no le ofrece nada a nuestra humanidad, pero le ofrece todo a nuestro espíritu. Una vez que comenzamos a caminar en esa nueva vida, ella nos proveerá todo lo necesario para consumar el llamado de Dios.
- A modo de ejemplo, Cristo resucitado fue presentado a sus discípulos, pero ellos ya no necesitaban verlo resucitado, sino necesitaban ver la Cruz. Por lo tanto, no necesitamos convencer al mundo de Su resurrección, ya que sólo es necesario ver la Cruz para avergonzar todo sistema humano. Cuando recibimos la vida eterna por Su salvación, experimentamos Su resurrección; no como un dato histórico, sino como una verdad presente.
- La cruz no debe ser vista como un símbolo, ni tampoco ser considerada históricamente, sino debemos entender su vigencia eterna.
- Cuando predicamos a Cristo crucificado, lo hacemos porque el evangelio no se ofrece como un conocimiento histórico de la resurrección del Señor, sino como la vivencia real y verdadera de esa resurrección en nuestras propias vidas (Filipenses 3:10, Romanos 6:5, Efesios 1:19-20).
LA PALABRA DE LA CRUZ.
La Cruz es la victoria misma del Señor y es justamente lo que debemos oír para recibir el evangelio. Si entendemos ese evangelio, no sólo tendremos la historia de Su resurrección, sino que seremos también una expresión de ella. Es por esa razón que Pablo predicaba a Cristo crucificado.
Debemos entonces, oír por el espíritu, la palabra de la cruz. Jesucristo murió en la cruz y ese sacrificio sólo puede ser entendido y experimentado en la vida del espíritu.
Filipenses 1:12-17 dice: “Quiero que sepáis, hermanos, que las cosas que me han sucedido, han redundado más bien para el progreso del evangelio, de tal manera que mis prisiones se han hecho patentes en Cristo en todo el pretorio, y a todos los demás. Y la mayoría de los hermanos, cobrando ánimo en el Señor con mis prisiones, se atreven mucho más a hablar la palabra sin temor. Algunos, a la verdad, predican a Cristo por envidia y contienda; pero otros de buena voluntad. Los unos anuncian a Cristo por contención, no sinceramente, pensando añadir aflicción a mis prisiones; pero los otros por amor, sabiendo que estoy puesto para la defensa del evangelio”.
A medida que vamos creciendo en el conocimiento del evangelio, entenderemos sus dimensiones y demandas. Este evangelio necesita:
- Ser Anunciado. Hechos 14:21
- Ser Predicado. Romanos 15:20
- Ser Creído. Hechos 8:12
- Ser Ministrado. Romanos 15:16
- Que se dé testimonio de él. Hechos 20:24
- Ser Defendido. Filipenses 1:17
- Ser Confirmado. Filipenses 1:7
- Progresar. Filipenses 1:12
- Hombres y mujeres apartados para él. Romanos 1
- Ser obedecido. Romanos 10:16
- Llenarlo todo con él. Romanos 15:19
- Engendrar Hijos en Cristo Jesús. 1 Corintios 4:15
- Dar a conocer su misterio. Efesios 6:19
Pero el comienzo de todo eso es recibir por gracia su vida misma. Reconociendo todos los días nuestra necesidad de oír más perfectamente sus palabras hasta alcanzar el pleno entendimiento, por la vida de Su Espíritu.
Le propongo; tome un momento para meditar en esto y pedirle al Padre que Su Evangelio le sea revelado y pueda usted despojarse de las fábulas humanas para recibir la revelación de la Palabra de la Cruz de Cristo y en Cristo.
EL EVANGELIO COMO SUSTANCIA EN ACCIÓN
Anunciamos el evangelio al mundo, haciéndoles saber que éste no se encuentra en las palabras que decimos, sino que debemos ser llevados a verlo y experimentarlo todos los días de nuestras vidas.
Gálatas 1:9-12 dice: “Como antes hemos dicho, también ahora lo repito: Si alguno os predica diferente evangelio del que habéis recibido, sea anatema. (10) Pues, ¿busco ahora el favor de los hombres, o el de Dios? ¿O trato de agradar a los hombres? Pues si todavía agradara a los hombres, no sería siervo de Cristo. (11) Mas os hago saber, hermanos, que el evangelio anunciado por mí, no es según hombre; (12) pues yo ni lo recibí ni lo aprendí de hombre alguno, sino por revelación de Jesucristo”.
Somos provocados por la predicación del evangelio y lo anunciamos para provocar a otros a recibirlo. De esa manera, nuestro Señor Jesucristo nos hizo partícipes de la manifestación de esta gracia. Veremos madurez en nuestra generación en la medida que el evangelio nos sea revelado, para dejar atrás lo aprendido de hombres y vivamos cada día edificando sobre el fundamento vivo: Jesucristo.