La Muerte de Cristo por Todos los Hombres

La siguiente nota es un extracto editado de los escritos de Robert Barclay. El lector puede acceder a los escritos completos, en la versión original traducida y editada al español en la “Biblioteca de los amigos”, en el siguiente enlace: https://www.bibliotecadelosamigos.org/amigo/robert-barclay

La Naturaleza y Extensión de la Caída del Hombre

Por la transgresión, Adán sufrió una pérdida enorme. No solo perdió en lo externo, sino en la unidad y comunión verdadera con Dios. Esta pérdida fue expresada en el mandato: “Porque el día que de él comieres, ciertamente morirás” (Génesis 2:17). Esta muerte no fue física, ya que Adán vivió muchos años más. La muerte mencionada se refiere a la pérdida inmediata de la vida y comunión espiritual con Dios.

La consecuencia de esta caída también se expresa así: “Echó, pues, fuera al hombre, y puso al oriente del huerto de Edén querubines, y una espada encendida que se revolvía por todos lados, para guardar el camino del árbol de la vida” (Génesis 3:24). Este paraíso también puede entenderse espiritualmente como la comunión que los santos obtienen con Dios por medio de Jesucristo. Los querubines solo dan paso a Cristo y a quienes entran por Él, quien se llama la Puerta. Aunque no culpamos a los hombres por el pecado de Adán hasta que cometen actos similares de desobediencia, es imposible que los descendientes de Adán tengan algo bueno en su naturaleza, ya que Adán no tenía nada bueno que transmitirles.

Podemos afirmar que Adán no retuvo en su naturaleza ninguna voluntad o luz capaces de darle conocimiento en cosas espirituales, por lo que su posteridad tampoco. Cualquier cosa verdaderamente buena que alguien haga no procede de su naturaleza como hombre, sino de la Semilla de Dios en él, una nueva visitación de la vida concedida para sacarlo de esta condición natural. [Nota del Editor: Barclay no habla de cosas que se consideran buenas por la perspectiva caída, entenebrecida y egoísta de la criatura, sino aquello que es verdaderamente bueno, porque viene de la Fuente de la bondad Misma, y tiende hacia Su propósito eterno]. Pero este don o Semilla en el hombre no es de él mismo, como declaró el Señor: “Toda imaginación de los pensamientos de su corazón era solamente mala todos los días” (Génesis 6:5). Estas palabras son claras y comprensivas, sin admitir excepción de ningún pensamiento del corazón del hombre, y enfatizan que son siempre malos. Esto excluye la posibilidad de algo bueno en el corazón del hombre, ya que lo que es siempre malo no puede producir algo bueno por su naturaleza. El Señor también dijo: “La imaginación del corazón del hombre es mala desde su juventud” (Génesis 8:21), mostrando cuán inherente es el mal para cada hijo de Adán.

El profeta Jeremías también manifestó esto: “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso” (Jeremías 17:9). Un corazón así no puede guiar al hombre a la justicia, ya que su naturaleza es opuesta. El apóstol Pablo describe la condición del hombre en la caída con varias citas del Antiguo Testamento:

“Como está escrito: No hay justo, ni aun uno; no hay quien entienda, no hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno. Sepulcro abierto es su garganta; con su lengua engañan. Veneno de áspides hay debajo de sus labios; su boca está llena de maldición y de amargura. Sus pies se apresuran para derramar sangre; quebranto y desventura hay en sus caminos; y no conocieron camino de paz. No hay temor de Dios delante de sus ojos” (Romanos 3:10-18).

Pablo demuestra que el hombre natural está contaminado en todos sus caminos, sin justicia, entendimiento ni conocimiento de Dios. Si esta es la condición del hombre en la caída, sin duda es incapaz de avanzar hacia el cielo por sí mismo.

La Muerte de Cristo por Todos los Hombres

Dios, que no se complace en la muerte del pecador, sino en que todos vivan y sean salvos, por Su infinito amor, ha enviado a Su Hijo unigénito al mundo para que todo aquel que en Él crea sea salvo. Cristo murió por todos, y la oferta de redención se extiende a todos los hijos de Adán. Esta invitación misericordiosa es universal. Cuando la luz de Cristo es recibida, seguida y obedecida, se convierte en la vida y salvación del alma. Rechazarla lleva a la condenación eterna (Juan 3:19-21).

Cristo murió por todos los hombres, lo que hace que la predicación de Cristo sea verdaderamente el Evangelio, las buenas nuevas para todos. Por eso el ángel declaró a los pastores: “He aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo” (Lucas 2:10).

“Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres” (Lucas 2:14).

“Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura” (Marcos 16:15).

“A quien anunciamos, amonestando a todo hombre, y enseñando a todo hombre en toda sabiduría, a fin de presentar perfecto en Cristo Jesús a todo hombre” (Colosenses 1:28).

“Nuestro evangelio no llegó a vosotros en palabras solamente, sino también en poder, en el Espíritu Santo y en plena certidumbre” (1 Tesalonicenses 1:5).

“Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas” (Isaías 52:7, Romanos 10:15), porque predican salvación común, arrepentimiento para todos, y una puerta de misericordia y esperanza para todos a través de Jesucristo, “el cual se dio a sí mismo en rescate por todos” (1 Timoteo 2:6). Cristo no tenía intención de engañar ni burlarse de la humanidad cuando dijo: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo 11:28). Si todos deben buscarlo y esperar su salvación, Él tuvo que haberla hecho posible para todos.

“Exhorto ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias, por todos los hombres… Porque esto es bueno y agradable delante de Dios nuestro Salvador, el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad… el cual se dio a Sí Mismo en rescate por todos, de lo cual se dio testimonio a su debido tiempo” (1 Timoteo 2:1, 3-4, 6).

Cristo muestra el amor de Dios para con el mundo: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16-17). Esta frase “todo aquel” incluye a todos sin excepción.

“Vemos a Aquel que fue hecho un poco menor que los ángeles, a Jesús, coronado de gloria y de honra, a causa del padecimiento de la muerte, para que por la gracia de Dios gustase la muerte por todos” (Hebreos 2:9).

“El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2 Pedro 3:9).


Referencias Bíblicas:

  • Génesis 2:17
  • Génesis 3:24
  • Génesis 6:5
  • Génesis 8:21
  • Jeremías 17:9
  • Romanos 3:10-18
  • Juan 3:19-21
  • Lucas 2:10, 14
  • Marcos 16:15
  • Colosenses 1:28
  • 1 Tesalonicenses 1:5
  • Isaías 52:7
  • Romanos 10:15
  • 1 Timoteo 2:1, 3-4, 6
  • Mateo 11:28
  • Juan 3:16-17
  • Hebreos 2:9
  • 2 Pedro 3:9

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