El amor de Dios nos rescata y redime con gran ternura. No nos ofrece meramente una idea o doctrina religiosa, sino su propia voz que nos llama de la muerte a la vida. ¿Puedes reconocer esa voz dentro de ti, llamándote a salir de tu condición actual y confiar en Él?
Jesús dijo en Juan 10:7-18: “Volvió, pues, Jesús a decirles: De cierto, de cierto os digo: Yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que antes de mí vinieron, ladrones son y salteadores; pero no los oyeron las ovejas. Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos. El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia. Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas. Mas el asalariado, y que no es el pastor, de quien no son propias las ovejas, ve venir al lobo y deja las ovejas y huye, y el lobo arrebata las ovejas y las dispersa. Así que el asalariado huye, porque es asalariado, y no le importan las ovejas. Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen, así como el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; y pongo mi vida por las ovejas. También tengo otras ovejas que no son de este redil; aquéllas también debo traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño, y un pastor. Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar. Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre.”
No necesitamos muchas palabras, argumentos o disertaciones para iniciar nuestro camino hacia la vida y libertad en el Reino de Dios. No es una voz que debemos oír con nuestra mente o nuestro oído natural, sino más bien un llamado de Dios a salir. La fe en Jesucristo es el don celestial que crece y se incrementa cuando aprendemos a obedecer al Gran Pastor de las ovejas. Sólo Su voz puede guiarnos hacia la puerta que se abrió a nuestro favor, revelándonos dónde estamos y cuál es el verdadero alimento y vida que necesitamos.
Si distinguimos esa voz que nos llamó desde el inicio, y no somos rebeldes a su dirección, podremos llegar al destino al que nos lleva. Reflexionemos sobre las palabras de Jesús en Juan 10:
- Él es la puerta de las ovejas, y el que entra por Él será salvo.
- La salvación que nos ofrece consiste en entrar por esa puerta y salir del lugar del cual somos rescatados.
- Él es el buen pastor, que dio su vida por nosotros.
- Él conoce a sus ovejas y las que son de Él conocen su voz.
La voz del Gran Pastor puede ser distinguida por todos. Aún los más pequeños pueden obedecerle si prestan atención. Es vital que todos los que obedecen esa voz puedan reconocerla en su interior y procurar su actividad constante. Así, veremos que nuestro Gran Pastor proveerá todo lo necesario para nuestro crecimiento, si no nos distraemos de Su dirección y Su obra de amor.
Una Luz, un Guía
¿Cómo podemos reconocer la guía del Señor en nuestro interior? Si obedecemos a la fe en Cristo Jesús, una guía eficaz nos ha sido provista. Poco a poco, podemos ir reconociendo su obrar en nuestros corazones y su intención. A menudo, muchos cristianos preguntan a Dios qué hacer o qué decisión tomar sobre ciertos asuntos de sus vidas, pero no prestan verdadera atención a la luz de Cristo en su interior ni buscan conocer la intención de esa luz con ellos.
Jesús dijo en Juan 16:13-15: “Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir. Él me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber. Todo lo que tiene el Padre es mío; por eso dije que tomará de lo mío, y os lo hará saber.”
¿Por qué necesitamos un guía? ¿Qué buscamos en ese guía o líder? Si buscamos ayuda para lograr nuestras propias metas o deseos, nos volveremos insensibles a la verdadera guía del Espíritu. Nuestro verdadero guía y líder, actuando en nuestro interior, no procura sumarse a nuestro vivir actual, sino conducirnos a otra vida, una vida verdadera. El evangelio no consiste en ideas en nuestra mente o respuestas intelectuales. La verdad no consiste en ideas o doctrinas, sino en una vida, una expresión viva, un Reino, una naturaleza, una semilla de vida que crece hasta dar fruto. Juan escribió:
1 Juan 2:20-21: “Pero vosotros tenéis la unción del Santo, y conocéis todas las cosas. No os he escrito como si ignoraseis la verdad, sino porque la conocéis, y porque ninguna mentira procede de la verdad.”
1 Juan 2:25-27: “Y esta es la promesa que él nos hizo, la vida eterna. Os he escrito esto sobre los que os engañan. Pero la unción que vosotros recibisteis de él permanece en vosotros, y no tenéis necesidad de que nadie os enseñe; así como la unción misma os enseña todas las cosas, y es verdadera, y no es mentira, según ella os ha enseñado, permaneced en él.”
Distinguiendo el Verdadero Progreso
Al leer estas expresiones bíblicas sobre la obra de Cristo en nuestro interior, surgen preguntas y cuestionamientos que pueden convertirse en obstáculos para nuestro progreso en la vida y verdad del evangelio. ¿No puso Dios personas para guiarnos y enseñarnos en la iglesia? ¿Necesitamos que otras personas nos guíen en la vida espiritual?
La Biblia menciona en múltiples ocasiones que Dios pondrá personas para servirnos en nuestro progreso en la verdad del evangelio. Dios es poderoso para proveernos pastores conforme a Su corazón (Jeremías 3:15), o constituir en Su Iglesia a pastores y maestros (Efesios 4:11), o poner obispos para apacentar la iglesia del Señor (Hechos 20:28). Muchos otros pasajes hablan sobre esta actividad sustentada en el servicio de amor que se despierta entre aquellos que alcanzan madurez y son puestos por el Señor para colaborar. En todos los casos, esta actividad no está separada del gobierno y dirección del Espíritu Santo. Ver 1 Pedro 5:2-3, 1 Tesalonicenses 5:12-13, Hebreos 13:7, Hebreos 13:17, 1 Corintios 12:28.
Junto con este testimonio en las escrituras, encontramos innumerables advertencias sobre actividades de hombres separados del verdadero ministerio, que son dañinos para los que buscan crecer en la vida y verdad de Cristo. Ver Mateo 7:15-16, 2 Pedro 2:1, 1 Juan 4:1, 2 Corintios 11:13-15, Mateo 24:24, 2 Timoteo 4:3-4, Tito 1:10-11, Hechos 20:29-30, Romanos 16:17-18, Colosenses 2:8, 2 Tesalonicenses 2:3, Judas 1:4, Gálatas 1:6-9, 2 Timoteo 3:1-5.
Lo importante es comprender que la verdadera actividad del evangelio inicia con el llamado de Dios a nuestros corazones para salir de la muerte y dirigirnos a una vida verdadera. Ese camino progresa en nuestro interior y requiere que aprendamos a seguir la luz que está puesta para conducirnos en todo momento. Aunque Pedro servía a la iglesia, enseñando y pastoreando por muchos años, escribió:
1 Pedro 2:25 dice: “Porque vosotros erais como ovejas descarriadas, pero ahora habéis vuelto al Pastor y Obispo de vuestras almas.”
Si aprendemos a ser obedientes y sensibles a la guía de Cristo en nuestros corazones, reconoceremos el obrar de personas puestas en el camino para servir y colaborar con ese progreso.
Acrecentando la Sensibilidad a la Guía del Señor
¿Cómo podemos acrecentar esa sensibilidad a la guía del Señor en nuestros corazones? Todo se trata de nuestra disposición y rendición a la luz del evangelio que busca levantarse en nuestros corazones. Aquí algunos consejos útiles:
- Entiende que la vida espiritual se nos otorga como una semilla con sus propias intenciones y planes en nuestro corazón. No impongas tus expectativas, sino permite que esa vida crezca naturalmente.
- Aprende a esperar del Señor Su voz y dirección. Dirige tu corazón a Él en todo tiempo y lugar.
- Al orar o leer la Biblia, no te apresures a presentar tus propias palabras o pedidos. Toma tiempo para guardar silencio y esperar la dirección del Señor que alimentará y hará crecer tu vida espiritual.
- Procura siempre crecer en ese conocimiento que se vuelve vida y se expresa como el señorío de Cristo en todo tu ser.
- La palabra viva del evangelio muchas veces viene para exponer y separar en nuestros corazones algo que es contrario a la vida de Dios, su verdadera justicia y amor. Es como una espada que parte el alma, o un bisturí que viene a operar nuestro interior (Hebreos 4:12). A veces esa actividad viene con dolores o con mucha incertidumbre. No escapes de esa actividad, ni te satisfagas con razonamientos. No te distraigas de su obrar, sino espera su obra completa. Lo único que puede hacernos progresar en esa vida es nuestra persistencia y permanencia en Él.
Hebreos 12:2 dice: “…puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios”.
Juan 15:4 dice: “Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí”.
La Voz del Pastor: Un Nuevo Pacto en Nosotros
En Hebreos 8:10-11, Dios declara: “Por lo cual, este es el pacto que haré con la casa de Israel: Después de aquellos días, dice el Señor, pondré mis leyes en la mente de ellos, y sobre su corazón las escribiré; y seré a ellos por Dios, y ellos me serán a mí por pueblo. Y ninguno enseñará a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: ‘Conoce al Señor’; porque todos me conocerán, desde el menor hasta el mayor de ellos.”
Este pasaje de la carta a los hebreos es una revelación poderosa y profunda de la obra que Dios realiza en los que han sido llamados a la salvación a través de Cristo. Aquí, Dios nos ofrece una visión clara de cómo se desarrolla nuestro caminar espiritual: no se trata simplemente de acumular conocimiento intelectual sobre la Biblia o temas religiosos, sino de experimentar y reconocer ese conocimiento transformador que el evangelio imprime en nuestro interior.
El conocimiento que se menciona aquí no es meramente académico. Es la vida eterna, la semilla que Dios siembra en nuestro corazón, una levadura que transforma toda nuestra masa. Este conocimiento es una fuerza vivificante que no solo nos enseña, sino que nos transforma, nos llena de amor y nos guía hacia la justicia.
Por eso, debemos humillar nuestra mente una y otra vez ante el Señor, buscando crecer en ese conocimiento que se convierte en vida, amor y justicia. Es un proceso continuo de rendición y crecimiento espiritual, donde el conocimiento de Dios nos cambia y nos hace más como Él.
La voz del Pastor y obispo de nuestras almas es Cristo mismo transformando nuestro ser y nuestra vida a medida que nos acercamos a Él con corazones humildes y dispuestos a seguirle.