EN CRISTO – En Su Gracia – Parte 1

Las siguientes notas pertenecen al libro “En Cristo, En Su Gracia” (Abel Ballistreri). Todos los derechos reservados.

Nuestra madurez espiritual es la manifestación de nuestra verdadera vida. Cuando la vida que nos ha sido otorgada en Cristo no crece y se expresa, sólo pasamos tiempo sobreviviendo biológicamente o experimentando una vida carnal y humana que nada tiene que ver con lo que nos ha sido otorgado en Cristo. Si al oír estas palabras usted siente que algo salta dentro suyo, entonces este libro es para usted. Las mejores cosas que la vida puede ofrecerle, están esperando el momento de su madurez espiritual. Allí es donde dejamos de jugar a vivir y comenzamos a probar las experiencias de lo real y verdadero.

El apóstol Pablo describe nuestra vida después de la salvación de la siguiente manera: “ya no vivo yo”[1]. Somos invitados a ser la expresión de la vida de Cristo. Lo que vivimos en el cuerpo, en el tiempo y en el espacio, lo vivimos “en la fe del Hijo de Dios”[2], desde el momento en que recibimos el evangelio. ¿Qué significa eso? Puedo asegurarle que la respuesta es deliciosa. Cuando podemos describir así nuestras vidas (ya no vivo yo) sabemos que estamos madurando; dejando de representar un personaje ficticio y superficial, para expresar la verdadera vida que es en Cristo. ¿Cuál es la fe del hijo de Dios? Es aquella que tuvo Jesucristo al morir en la Cruz, al vernos no sólo salvos, sino expresando una vida nueva, dando fruto a Dios de esa vida en madurez creciente. Él nos vio perfectos y esa fue su fe. Él nos vio perfectos, no pecadores. Él nos vio perfectos y nosotros deberíamos en fe vernos así también. Si vivimos a la luz de esa fe y no dejamos que se pierda, veremos cada día nuestras vidas avanzar.

La transición de esa vida natural y carnal a una vida en el Espíritu y en madurez, no responde a recetas o planes que pudiéramos imaginar. Si bien lo experimentamos como un proceso (a veces largo y a veces corto) no hay un tiempo estipulado. La madurez espiritual no responde al paso del tiempo, sino a la medida de rendición de nuestro cuerpo y alma a la realidad de Cristo. ¿Anhela usted esa realidad o prefiere permanecer en una realidad humana modificándose?

Si nos exponemos al verdadero evangelio, es de esperarse que entendamos y vivamos cada día más en la Gracia de Dios. Esto es correcto: necesitamos exponernos todos los días al evangelio y crecer todos los días en el entendimiento de la Gracia de Dios. No habrá un día en nuestras vidas en que podamos decir: “ya no necesito oír el evangelio” o “ya sé todo sobre la Gracia de Dios”. Un consejo cordial: ríndase.


[1] Gálatas 2:20a.

[2] Gálatas 2:20b.

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