La Gracia de Dios, la dependencia de Él y la mente de Cristo

El crecimiento de todo lo que tiene vida depende de dos aspectos claves: alimento y atmósfera. La Gracia de Dios es en parte esa atmósfera que nos permite vivir y crecer espiritualmente. A medida que alcanzamos una mayor madurez, arribamos a un mayor entendimiento de esa Gracia, permitiéndonos acceder a sus riquezas[1] y manifestar al mundo su gloria[2].

Cuando somos alcanzados por Dios mediante Jesucristo recibimos directamente los beneficios de esa gracia, aún sin conocerla ni entenderla. En los primeros pasos, la gracia de Dios la entendemos como un concepto. Decimos que gracia es un regalo inmerecido, por lo cual Dios nos otorgó la salvación mediante el sacrificio de Su Hijo, sin poseer nosotros mérito alguno. Luego esta gracia se presenta como un principio cristiano, mediante el cual vamos entendiendo mucho más que la explicación a la salvación, sino que, profundizando en ella podemos entender todos los beneficios que recibimos de Dios y el funcionamiento del “Nuevo Pacto” en Cristo Jesús. Es importante indagar sobre esta gracia, ya que encontraremos que no hay límite en las riquezas que podemos alcanzar cuando lo hacemos. Descubriremos que la Gracia de Dios es la expresión práctica del amor de Dios, su articulación en dirección al hombre para darse a conocer. Si no nos conformamos con la simpleza de los conceptos y los principios, descubriremos que conocer la gracia de Dios es conocer a la persona de Cristo mismo. Por lo tanto, esta gracia no tiene tan sólo información plausible de ser escrita o explicada, sino que también tiene personalidad. El mayor provecho de la gracia de Dios no lo encontraremos en los libros escritos sobre ella, sino en la experiencia diaria de vivir en Cristo. Cuando esa Gracia se transforma en nuestra manera de pensar y la atmósfera en la que vivimos.

Uno de los aspectos más asombrosos de la Gracia de Dios es el hecho de que podemos vivir toda una vida sin conocerla, a pesar de que por ella existimos. La Gracia de Dios es la persona de Cristo y su comportamiento responde a un carácter específico. Parte de ese carácter consiste en mostrarse a través de todas las cosas que nos rodean, pero a su vez se reserva misteriosa y selectivamente para aquellos que son hallados dignos de tal revelación. Sus beneficios son ofrecidos a todo aquel que lo desee y acepte, pero sus riquezas se encuentran bien guardadas. Su magnificencia se expresa hasta en la creación del mundo, pero su gloria es un misterio reservado hasta el tiempo oportuno. Podemos creer en Dios, leer sobre Su Gracia, indagar toda una vida hasta volvernos expertos en el tema, pero nunca haber entrado en la cámara de sus riquezas, y mucho menos contemplar su verdadera gloria.

Si anhelamos ver en nuestras vidas y nuestra generación verdadera madurez, eberíamos transitar un camino apasionado de entendimiento y manifestación de la Gracia de Dios.

1 Pedro 1:10-12 dice: “Los profetas que profetizaron de la gracia destinada a vosotros, inquirieron y diligentemente indagaron acerca de esta salvación, escudriñando qué persona y qué tiempo indicaba el Espíritu de Cristo que estaba en ellos, el cual anunciaba de antemano los sufrimientos de Cristo, y las glorias que vendrían tras ellos. A éstos se les reveló que no para sí mismos, sino para nosotros, administraban las cosas que ahora os son anunciadas por los que os han predicado el evangelio por el Espíritu Santo enviado del cielo; cosas en las cuales anhelan mirar los ángeles”[3].

Cuando un pequeño aspecto de la Gracia de Dios nos es revelada, la vida nunca más vuelve a ser igual. El apóstol Pedro explica que los profetas de Israel inquirieron e indagaron sobre esta Gracia, para tan sólo descubrir que no era para ellos. Podríamos decir que toda la ley y los profetas son un “anuncio publicitario” sobre la Gracia de Dios, y los hombres que protagonizaron sus historias pudieron vislumbrar su existencia, pero no pudieron experimentar su realidad. El evangelio de Juan expresa que de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su hijo. Es decir, el amor de Dios siempre existió y también su gracia, pero hasta Jesús no se había dado a conocer su realidad. La Gracia de Dios es “la manera” de amar de Dios.

En mi vida he descubierto que determinados momentos en los que me fue revelado un poco más esta Gracia, los efectos en mi mente, corazón y emociones fueron muy diferentes. En algunos casos la experiencia fue refrescante y animadora, en otros fue traumatizante y de alta presión. A continuación abriremos un cerrojo de alta importancia para la revelación de dicha Gracia, que nos permitirá ver su realidad escondida a la mirada de los esquemas religiosos y humanos.

La vida de Dios que nos fue otorgada en Cristo Jesús, tiene una instrucción: madurar hasta dar frutos. La revelación de la Gracia de Dios es el primer nutriente necesario para dicha madurez.

 

DIAGNÓSTICO GENERACIONAL

Observo que la generación presente se encuentra más solícita por oír mensajes novedosos y participar de eventos que ofrecen experiencias nuevas, en desmedro de la exposición a palabras diseñadas para su madurez. En las últimas dos décadas se ha multiplicado la predicación de un evangelio cuyo centro está puesto en el suplir necesidades humanas, distorcionando el verdadero mensaje del evangelio de Dios. Diariamente observo a personas lidiando con situaciones interpersonales que producen retraso y se roban el valioso tiempo que la vida nos ha otorgado. Pero tener un “diagnóstico generacional” nos permitirá regresar a una posición de mayor altura. Cuando digo que mi generación presenta serias evidencias de inmadurez crónica, no lo hago juzgando a personas y ni si quiera a mí mismo, sino que presento un diagnóstico equilibrado producto de una lectura cuidadosa y responsable. Cuando usted deba enfrentar las consecuencias de dicha inmadurez operando en personas puntuales, puede optar por dos caminos. La primera opción es absorver dicho problema como personal y permitirle que afecte su ser interior bajo el riesgo de ser desenfocado o al menos perder tiempo en pensamientos y emociones vanas. La segunda opción es asumir una posición superior desde su espíritu, entendiendo que nuestra generación opera bajo altos niveles de inmadurez, y viendo dicha situación como una oportunidad para colaborar con el Espíritu Santo para impulsar a usted mismo y a quienes le rodean a un mayor estado de madurez.

 

MADUREZ CORPORATIVA

El diagnóstico generacional es necesario para no cometer el error de creernos suficientemente maduros y sin necesitar ayuda alguna. Pero debemos entender que las evidencias de madurez personal o los logros alcanzados no son evidencias valederas de madurez espiritual. La razón es muy sencilla de entender: La verdadera madurez espiritual no puede medirse individualmente, sino que debe ser juzgada corporativamente. La persona que comienza a alcanzar un mayor grado de madurez, siempre se compormeterá en ayudar a otros a madurar, sencillamente por su visión corporativa de su propia persona.

Efesios 4:11

Nuestro Señor ha previsto herramientas espirituales dinámicas para nuestra madurez, las cuales son altamente efectivas cuando son aprovechadas por aquellos que entienden el objetivo de la obra del ministerio: la madurez de todos.

 

EL CAMINO DE LA MADUREZ ESPIRITUAL

A continuación nos vamos a sumergir en el camino que Dios marcó para Israel al salir de Egipto, rumbo a Canaán. Dios ordenó a Moisés detallar este trayecto por medio de “jornadas”[4]. De manera general decimos que su camino fue en el desierto, sin embargo las escrituras registran doce jornadas especiales; momentos en los cuales se asentaron en determinadas regiones del camino. Luego de esas doce vinieron muchas jornadas más, pero las primeras doce tienen un tratamiento especial. Las tierras en las que debieron detenerse fueron registradas por sus nombres, características específicas y los hechos vividos en ellas. Esta sucesión especial de eventos nos será útil para ordenar nuestro camino de madurez basados en el Nuevo Pacto.

 

SUCOT

La primera jornada fue en Sucot, que significa “tiendas o enramadas”. Antes de entrar de lleno en los códigos espirituales que contiene esta parada de Israel en el camino, nos vamos a posicionar geográficamente y entender las características de esta tierra.

Sucot se encuentra al borde del delta del río Nilo. Israel salió de la tierra de Gosén[5], una de las más productivas de todo Egipto. De manera estratégica, las ciudades egipcias se organizaban de manera tal que los esclavos ocuparan las tierras más fértiles.  Podríamos decir que Gosén era la tierra que mejor producía ante los esfuerzos de los esclavos. Sucot es un punto de transición; si bien no presentaba los niveles de productividad de Gosén, tampoco era un desierto seco y arenoso. Sucot es la tierra en la que todavía puede verse los últimos vestigios de la excelentísima tierra de Gosén, y al mismo tiempo los primeros indicios del camino que hay por delante: el desierto, la sequedad, la infertilidad, la amenaza, la muerte misma.

 

LAS BUENAS NOTICIAS DE SALVACIÓN

Sucot es la primera tierra en la que el pueblo se reúne como uno. Representa la salida de la esclavitud y la muerte, para entrar en la vida dentro del propósito eterno de Dios. Nos enfrenta a las primeras evidencias de la Gracia de Dios en forma de salvación y como fundamento de nuestra paz. Esa paz se experimenta al entender que en Cristo el Padre nos ha dado todo lo que necesitamos, más allá de cualquier necesidad que nuestra vida natural pudiera presentar.

Creo que uno de los mayores daños que la religión ha producido y afirmado generación tras generación, es la presentación de “evangelios” falsos o incompletos. Por años he oído la definición magna: “evangelio es buenas noticias”. Sin embargo, para apreciar y entender la magnitud de una buena noticia, debe entenderse la mala noticia que la precede. Cuando no se entiende la mala noticia, tampoco se entenderá la buena. Por ejemplo, si usted recibe de regalo un automóvil, el impacto de dicho acontecimiento dependerá de las necesidades previas. Una mala noticia que precede a la buena sería la falta total y absoluta de medios de transporte. En ese caso la buena noticia se magnifica. Diferente sería el impacto de la buena noticia si usted fuera poseedor de cinco autos de alta gama.

Entender la mala noticia que precede al evangelio es una necesidad de alta importancia para marcar un rumbo claro de madurez y crecimiento espiritual. En los países latinoamericanos el evangelio se propagó con frases que marcaron la generación presente, creando una mentalidad adversaria de la verdadera madurez. Frases tales como: “Cristo es la solución” o “Cristo sana, salva y prospera”, entre muchas otras. Todas esas frases pudieran tener un sustento bíblico, pero en realidad están enfocadas en las necesidades humanas. De esa manera el evangelio vino a ser la buena noticia frente a las adversidades humanas que los receptores del mensaje estaban atravesando.

El camino de Jesús previo a su crucifixión le llevó a encontrarse una y otra vez con grandes multitudes. Cuando Jesús se presentó como una solución a las necesidades de las personas, nunca faltaron personas a su lado. Sin embargo, ese camino no se perfeccionó hasta el momento en que fue levantado como la verdadera provisión de Dios a los hombres: El Cristo crucificado. Cuando eso sucedió no quedó ni si quiera uno a su lado. Ninguno entendió esa crucifixión como una verdadera provisión para su vida, y temo que aún en nuestros días haya muchas personas que entiendan cabalmente dicha provisión. Si las tinieblas pueden abortar este principio poderoso, tendrá asegurada inmadurez crónica por generaciones. Si el evangelio se presenta como una buena noticia para el que vive en pobreza, entonces tendrá muy poco valor para aquel que vive en abundancia.

Israel nunca pudo superar su salida de Gosén. La imagen de una tierra que los mantenía esclavos, pero que a la misma vez les daba provisión medible y confiable en base a sus propias fuerzas era demasiado fuerte. Justamente allí es donde radica la importancia de Sucot: la circuncisión del corazón.

Muchas personas llegan al conocimiento de Dios basadas en sus experiencias negativas en que la vida los depositó. En algunos casos esas circunstancias cambian al experimentar el conocimiento de la verdad, en otros no. Ninguno de los dos resultados es el que busca el evangelio. Aquella persona que ve su necesidad suplida ya no tendrá motivaciones sustentables para continuar con una búsqueda genuina de Dios y de crecimiento espiritual. Su conexión con los asuntos espirituales se limitará a un asunto de conciencia basada en imposiciones. En algunos casos se vuelven personas dependientes de la manipulación para mantener viva su fe, y en el peor de los casos su fe verá expuesta al desgaste total. Por otra parte, quién no ve suplida su necesidad, el mensaje genera un cóctel perfecto para la decepción, conectando a Dios con las palabras que ha oído, abortando así toda posibilidad de quedar receptivo ante la palabra del evangelio verdadero.

 

LA BUENA NOTICIA.

Si usted está preguntando cuál es entonces la buena noticia del verdadero evangelio, debería decirle que no puedo escribirlas en este libro. Porque el evangelio no son palabras, sino que es una persona: Jesucristo crucificado, vivificado, resucitado, ascendido y sentado junto al Padre. Sólo el espíritu vivificado por Dios puede recibir de él la buena noticia. Esa es la razón por la cual la predicación es una verdadera locura[6], la cual agradó a Dios utilizar para propagar Su evangelio. Es imposible expresar con palabras la plenitud del evangelio, razonarlo o simplificarlo.

Predicamos el evangelio anunciando el sacrificio y resurrección de Jesucristo, con la esperanza de que aquellos que han sido depositarios de la fe como don divino, puedan reconocer el camino abierto delante de ellos a la vida eterna y acceso al propósito eterno de Dios.

 

SALIR DE MUERTE A VIDA.

Efesios 2:1 y 8 dice: “Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados…”; “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios…”[7].

Habiendo asumido que el evangelio sólo puede recibirse desde el espíritu, debemos aceptar otro hecho inevitable: nuestra salida de muerte a vida no se explica por una “decisión personal”, sino una decisión eterna de Dios. El apóstol Pablo lo expresa claramente: la fe que fue necesaria para dicha salvación no nos pertenecía, sino que aún Dios nos la otorgó, para que de nada pudiéramos gloriarnos por semejante salvación. Un muerto no puede tomar decisiones. Es totalmente irreal decir que somos salvos por causa de haber tomado la decisión de recibir a Cristo. La realidad eterna dice otra cosa: somos salvos, porque Cristo decidió recibirnos.

Israel experimentó eso en Gosén. Dios nunca envió a Moisés a promover una votación en la nación. Sabemos que había lamentos que llegaban a Dios, pero ese estadio de esclavitud estaba diseñado por causa de la libertad diseñada. Ellos querían ser libres, pero no sabían lo que esa palabra significaba. La esclavitud en la que habían nacido les ofrecía beneficios que luego extrañarían: Una tierra que responde a sus esfuerzos humanos; el imperio más poderoso sobre la tierra cuidándolos sin tener la necesidad de entregar a sus hijos para esa tarea; casa, alimento y estabilidad. Podríamos pasar horas discutiendo sobre las condiciones en las que Israel vivía en Egipto, meditando en las verdaderas motivaciones para salir de aquella tierra y obtener su libertad. Sin embargo, hay algo mucho más sorprendente que aquella discusión: Dios nunca preguntó quienes querían ser libres y quiénes no.

Nuestra libertad es una acción deliberada de Dios. No debemos pedir a Dios libertad, sino caminar en aquella libertad que ya nos ha sido otorgada por él.[8] Muchas personas que alcanzan el conocimiento de la verdad, confesando a Cristo y caminando en la fe, persisten en fundamentar su vida espiritual en la administración de su conciencia. Es decir, intentando humanamente hacer bien las cosas y sufriendo en su mente los errores cometidos. Cuando el evangelio se asume de esa manera, las oraciones a Dios comienzan siempre con pedidos de perdón a Dios y con el sentimiento de nunca estar en condiciones de llegar a Dios.

Nuestra realidad espiritual es completamente diferente. No presentamos mérito alguno que nos permita acceder a la vida que nos ha sido otorgada y el Espíritu de Dios nunca se rendirá en Su labor por ver a Cristo crecer en nosotros. Nuestra madurez nunca se producirá por esfuerzos humanos, sino al dejarnos llevar por la atracción de Dios hacia nuestras vidas, sin dejar de alimentar nuestro ser interior con Su palabra.

 

LA FÁBRICA DE LOS PENSAMIENTOS.

Sucot es una jornada clave en nuestro camino de madurez.

Sucot significa tiendas, enramadas. Cuando en el antiguo testamento se habla de tiendas siempre tiene que ver con formas de pensar. En la fiesta de los tabernáculos las familias debían construir una pequeña tienda con diversos tipos de árboles. De esa manera profetizaban a Cristo como la multiforme sabiduría de Dios.[9] En esta tierra Dios instituyó una nueva manera de habitación en Israel. Ya no habitarían casas hechas con ladrillos que su sudor produjo, sino cubiertos de vida que él les otorgaría.

El verdadero sentido de la palabra arrepentimiento (donde su origen griego es metanoia) no es un cambio de pensamientos, sino un cambio de la fábrica de los pensamientos. El arrepentimiento nunca puede venir antes de la salvación. En las realidades espirituales debemos decir que por causa de haber recibido la vida de Dios, tenemos la posibilidad de arrepentirnos. Y ese arrepentimiento no es un remordimiento por los errores cometidos, sino una muerte a la estructura que produce el mal en nosotros. Es una renuncia total a la estructura que hace nacer los pensamientos en el interior.

Muchas personas reciben a Dios y comienzan a congregarse y asistir a las reuniones, donde se encuentran con pensamientos que confrontan su vida. Si esos pensamientos se incorporan al interior sin el correcto proceso, sólo producirá batallas sin fin que no producirán verdadera madurez. Pudiéramos pasar toda una vida oyendo pensamientos bíblicos y aprender a recitarlos, y sin embargo nunca alcanzar madurez. Por años he visto a personas pelear con sus hermanos, teniendo en sus labios palabras bíblicas. También he visto a personas dañar a otros con vocabulario cristiano, pero sin producir absolutamente nada positivo en el avance del propósito eterno de Dios.

Que importante es saber reconocer las verdaderas evidencias de madurez espiritual. Ese discernimiento se perfecciona cuando reconocemos el verdadero fruto del Espíritu en nosotros y en otros. Las personas no sólo presentan comportamientos completamente contrarios al fruto del Espíritu, también presentan acciones y reacciones que se le parecen, pero en realidad son falsos. Por ejemplo, gozarse por experimentar una circunstancia positiva, no debe entenderse como gozo del Espíritu. En realidad el gozo del Espíritu es una evidencia de madurez que se manifiesta en una posición frente a todo tipo de circunstancias. Cuando una mala noticia, o una palabra adversa llega para dañar, y se encuentra con una persona madura en el espíritu, el gozo del Espíritu expresa un sólo mensaje: “Mi alimento sólo proviene de Dios”. Cuando una circunstancia temporal determina nuestro estado de ánimo, pensamientos y decisiones, entonces esa debe entenderse como una señal de inmadurez. Muchas veces he visto a personas gozarse cuando dicen haber recibido algo que Dios les otorgó. El verdadero gozo del Espíritu tiene un sólo origen y alimento: el Espíritu. Por lo tanto el verdadero fruto no se manifiesta cuando recibimos algo de Dios, sino en todo momento; en necesidad o abundancia, en enfermedad o salud, en peligro de muerte o en medio de buenas noticias.

 

LA GRACIA DE DIOS TRANSFORMADORA.

Cuando la Gracia de Dios se revela en una persona, su efecto es sumamente edificante para el espíritu, pero nefasto para el hombre natural. Para entender lo que acabo de decirle, quisiera llevarlo a Sucot. En esta jornada usted se encuentra de pie en la línea que separa la tierra más fértil del mundo conocido con el desierto más amenazante y desolador de la tierra. Usted mira hacia atrás y ve el trigo listo para la cosecha y las palmeras llenas de dátiles. Por delante puede verse una tormenta de arena allá a lo lejos y un sol que parece regocijarse en el hecho de que no encontrará obstáculo hasta secarlo todo. Me parece oír mi mente religiosa decirme que seguro Dios me quiere en la tierra productiva, pero es tremendamente nefasto, para mi alma, descubrir que Dios me marca un camino diferente.

La Gracia de Dios presenta su propuesta: de aquí en adelante dependerás absolutamente de mí. Es hermoso saber que fuimos salvos por gracia, pero una vida entera en la Gracia de Dios es un desafío que incomoda a nuestra alma. Nuestro hombre natural quiere siempre mantener el control. Por cierto, esa sensación de control que el alma experimenta cuando pone todo su esfuerzo en la vida, es totalmente falsa y mentirosa, pero ella lo cree.

Jesús dijo: “El que halla su vida la perderá”[10]. Se sorprendería descubrir cuántas personas buscan a Dios para no necesitarlo más. Lo que nunca se esperan es que cuando Dios llega a sus vidas no les ofrece soluciones a sus problemas humanos, sino problemas de calidad eterna. Según Jesús, la peor situación en la que una persona puede encontrarse es aquella en la que tiene absolutamente todo resuelto. Hallar la vida es justamente eso, la capacidad de vivirla sin la necesidad de Dios. ¿Podemos entonces pedir a Dios que nos ayude con nuestros problemas personales? Claro que sí. Pero camino a la madurez nos encontraremos que Dios no sólo quiere darnos aquello que le pedimos, sino también aquello que sólo él sabe que necesitamos. Desde la realidad de Dios, lo que verdaderamente necesitamos es conectar nuestros días con tesoros de valor eterno. Para eso, lo que necesitamos no son soluciones, sino mejores problemas.

La dependencia absoluta de Dios es uno de los objetivos más claros de la Gracia de Dios. La experiencia práctica de esa sentencia es lo que nuestro espíritu anhela, aunque inesperado para nuestra alma. Nuestro hombre natural se resiste a la Gracia, no de forma consciente, sino por causa de la naturaleza en la cual opera; a eso llama el Apóstol Pablo “el primer Adán”[11].

Todo el secreto de nuestra madurez se encuentra en que la naturaleza de Dios en nosotros, el postrer Adán, se manifieste como el “sistema operativo” gobernante en nosotros.

  • Pensamos desde la mente de Cristo
  • Expresamos los criterios de Dios
  • Nuestras emociones expresan una visión eterna de las experiencias vividas
  • Somos una demostración de la cultura del Reino de Dios
  • Tomamos decisiones que nos conectan con sucesos de verdadero valor en el propósito eterno de Dios

 

LA MENTE DE CRISTO.

La revelación de la Gracia de Dios provoca una transformación absoluta de nuestra estructura pensante. No es una mera modificación, sino un morir y nacer. Si lo llevamos a un plano temporal, mientras más se revela la Gracia de Dios, más morimos a nuestra mente natural y nacemos a la mente de Cristo.

Ciertos aspectos de nuestra mente natural se oponen a la revelación de la Gracia de Dios. Puedo mencionar algunos:

  • La  concepción  meritocratica.
  • Los conceptos aprendidos de justicia.
  • Los  criterios desde los que establecemos prioridades
  • Los impulsos por obtener satisfacciones de diferente índole.

La estructura de pensamiento basada en méritos personales se edifica desde nuestra niñez y se refuerza constantemente en todas las áreas de nuestra vida. De hecho, sin ella no podríamos subsistir en la sociedad. La estructura de méritos es la base de la vida empresarial y la educación, por ejemplo. Nadie puede obtener un título profesional sin el esfuerzo correspondiente y la demostración de capacidades y aptitudes. Sin embargo, el apóstol Pablo dice que Dios nos constituyó ministros competentes del Nuevo Pacto. Esa constitución no se basó en nuestros méritos, sino que nos fue otorgada bajo los parámetros de la Gracia. No sólo nos constituyó Ministros competentes, sino que además nos otorgó las competencias: “…no que seamos competentes por nosotros mismos para pensar algo como de nosotros mismos, sino que nuestra competencia proviene de Dios…”[12].

La madurez espiritual no anula nuestra capacidad de comprender y subsistir en las estructuras humanas, sino que nos otorga una mayor “tecnología” para concebir y administrar nuestras vidas.

El alma no sabe vivir en la Gracia, por esa razón es que debemos experimentar un cambio de mente. Si eso no sucede, nuestro crecimiento espiritual se verá detenido, no pudiendo reconciliar las realidades temporales con las eternas. La mente de Cristo es el contenedor perfecto para una mentalidad espiritual. La clave: reconocer en nosotros la mente de Cristo y saber diferenciarla de nuestra mente natural.

 

VOLVIENDO A SUCOT.

Sucot es la jornada en la cual la revelación de la Gracia de Dios confronta nuestra estructura pensante, instalando la mente de Cristo. Nos provoca a la madurez en la medida en que vamos renunciando a una vida centrada en la supervivencia o en la satisfacción de deseos personales, y pone nuestra mirada en las cosas eternas.

He notado cómo los cristianos atribuyen constantemente a las tinieblas las circunstancias adversas que experimentan. Sin embargo, cuando eludimos la revelación de la Gracia de Dios, nos volvemos nuestros propios adversarios y peleamos constantemente contra la obra de Dios. Debemos entender que muchos de los procesos altamente productivos para nuestra vida espiritual no serán agradables a nuestra alma. A nuestra alma no le gusta dar sin esperar nada a cambio, ni poner la otra mejilla cuando alguien nos golpea, y mucho menos gozarse cuando alguien habla mal de nosotros mintiendo. Estos son ejemplos perfectos de las circunstancias en las cuales se produce una discrepancia entre lo que vive el alma y el espíritu en un mismo momento.

 

PENSAMIENTOS, MENTALIDAD Y MENTE.[13]

Los primeros pasos en el evangelio son claves para el desarrollo de la vida espiritual. Los primeros pensamientos comienzan a confrontar la antigua vida y, en algunos casos, a competir por obtener determinaciones que produzcan cambios. Este modelo rudimentario no puede persistir en el tiempo, porque si así fuera se producirá una mezcla que de ninguna manera producirá madurez. Los pensamientos bíblicos comienzan a modelarse de acuerdo a una mentalidad humana, personalizada y adaptada a las vivencias individuales.

Podríamos decir que nuestros pensamientos responden a una estructura productiva en nuestro interior llamada “mentalidad”. Esa fábrica de pensamientos, por un lado gobierna nuetra vida en muchos aspectos, pero también es gobernada y afectada por el entorno en el que vivimos. Debemos reconocer que nuestro ser interior cuenta con una estructura organizada que procesa la información recibida desde los sentidos, para juzgarlas y producir pensamientos.

En Mateo 9:16 leemos a Jesús decir: “Nadie pone remiendo de paño nuevo en vestido viejo; porque tal remiendo tira del vestido, y se hace peor la rotura. Tampoco echan vino nuevo en odres viejos; de otra manera los odres se rompen, y el vino se derrama, y los odres se pierden; mas echan el vino nuevo en odres nuevos, y ambos se conservan”.

Jesús está confrontando los paradigmas religiosos y manifestando al mundo una nueva mentalidad. Sin embargo advierte: el vino nuevo no se pone en odres viejos. Esta parábola nos permite acceder al entendimiento de un gran misterio para nuestra madurez espiritual. Para hacerlo es necesario entender que la vida eterna que nos es concedida por la fe en Jesucristo, no es una solución para “la vida después de la muerte”, sino una nueva naturaleza en nuestro espíritu.

Estabamos muertos y nos fue dada la vida en el espíritu. Esto nos convierte en seres altamente complejos, ya que coexisten en nosotros tres sistemas operativos: espíritu, alma y cuerpo. Pero sólo no de ellos experimenta la plenitud de Dios y ese es nuestro espíritu.

No es fácil entender semejante creación de Dios y su funcionamiento. Simplificamos algunas cosas para entenderlas mejor, pero eso no nos hace seres más simples. En esa simplificación podemos decir que nuestra alma es la dimensión de nuestro ser interior en la cual funciona nuestra conciencia natural, emociones, carácter, etc. La suma del alma y el cuerpo es lo que la biblia llama “el hombre natural”. La mente es una estructura que se forma tanto con el cuerpo, como con el alma y es maravillosa.

Si comparamos nuestro ser interior con una empresa, podemos decirque los pensamientos son los productos que salen de la fábrica, nuestra mentalidad son los procesos y maquinaria que los producen, y la mente es el lugar donde la fábrica está edificada.

Toda mentalidad debe ser contenida por una mente. La mente es la naturaleza que contiene una mentalidad. El hombre sin Dios sólo una naturaleza sobre la cual puede edificar su mentalidad, y es el hombre natural.

 

CAMBIANDO PENSAMIENTOS

La mentalidad es la fábrica productora de pensamientos. Los pensamientos son las instrucciones primarias que generan decisiones, acciones y reacciones. Cuando el hombre quiere producir cambios en su vida, intentará cambiar los pensamientos. Si usted fuera el gerente de una empresa, cambiar los pensamientos sería como hacerle cambios al producto para que sea más aceptado por el mercado. Los cambios de pensamientos pueden ser conflictivos, pero aun así son superficiales y débiles.

Los primeros impactos el evangelio vienen en forma de pensamientos que confrontan nuestra estructura interna y externa. Sin embargo, este tipo de cambios son de corto alcance y producen pocos frutos de verdadera madurez. Si este modelo de transformación persiste en el tiempo, descubriremos que se producirá una adaptación de viejas costumbres con nuevos pensamientos. La mezcla de lo viejo con pensamientos de la vida espiritual es verdaderamente peligrosa, ya que producirá retrasos y daños en su vida y en la de otros. Cuando recibimos un pensamiento o principio que puede ayudar a nuestras vidas, debemos hacerlo pasar por el proceso de la vida espiritual:

  • Detectar su origen y si es coherente con las escrituras y el Nuevo Pacto. Discernir cuál es el verdadero objetivo de ese pensamiento, principio o mensaje.
  • Identificar el verdadero mensaje del Espíritu a nuestras vidas y desechar lo que no es útil.
  • Una vez que identificamos la voz del Señor, hacer de ésta nuestro alimento, de manera que lo espiritual crezca y lo carnal sea quitado.
  • Evaluar los frutos de aquello que estoy oyendo. Esta evaluación no debe ser puntual, sino siempre global, ya que al pasar los días oímos todo tipo de mensajes y palabras que portan diferentes espíritus. Es necesario tener un diagnóstico por el Espíritu de qué cosas estamos oyendo y cómo repercuten en nuestra madurez espiritual.

 

CAMBIANDO LA MENTALIDAD

Cuando una persona descubre que mezclar pensamientos carnales con los espirituales no produce ningún resultado favorable, intentará producir un cambio de mentalidad. En las últimas dos décadas he podido oír una y otra vez mensajes que proclamaban la importancia de un cambio de mentalidad: Quitar la mentalidad de pobreza y adoptar una mentalidad de prosperidad; reemplazar una mentalidad limitada por una mentalidad global; establecer una mentalidad corporativa en lugar de una individualista. El problema es que los cambios de mentalidad no producen madurez, a menos que se encuentren contenidos en la mente de Cristo.

Volviendo al ejemplo del gerente de una fábrica, cambiar la mentalidad sería como hacer un cambio en los procesos de fabricación. Se cambia la tecnología, la maquinaria, se capacita el personal y se modifican los procesos, de tal manera que el producto final es más excelente y competitivo. Sin lugar a dudas, cambiar la mentalidad es un gran paso de crecimiento. Todo éxito personal en el mundo de los hombres puede rastrearse hasta una mentalidad. Por lo tanto, no debemos menospreciar la importancia de producir cambios a ese nivel.

Si la mentalidad de una persona cambia, sin lugar a dudas cambiará su vida. Nadie puede venderle a usted una “mentalidad perfecta y eficiente”, porque la mentalidad exitosa se construye en perfecta sintonía con las circunstancias que cada persona debe afrontar.

Cambiar la mentalidad es crear la estructura que produce los pensamientos diarios necesarios para que las decisiones y reacciones diarias sean coherentes con aquello que queremos alcanzar.

 

LA MENTALIDAD Y LA NATURALEZA.

Muchos de los principios bíblicos pueden ser usados para crear una mentalidad efectiva para una vida más exitosa. Muchos recursos literarios explotan esta realidad y he conocido a grandes oradores y entrenadores personales que echan mano de los recursos ilimitados que la biblia y la vida cristiana les propone. Pero un resultado que puede alcanzarse sin la vida de Dios está lejos de llamarse espiritual. Por lo tanto, una mejor mentalidad y mejores resultados personales no aseguran madurez espiritual.

Esto nos permite plantar una pregunta: ¿Por qué quiere usted alcanzar madurez espiritual?

Si queremos cambiar cosas en nuestras vidas, entonces los nuevos pensamientos alcanzarán. Si buscamos mayores niveles de éxito en todos los aspectos de nuestras vidas, un cambio de mentalidad es el objetivo correcto. Pero la madurez espiritual no busca mejores resultados personales. Quien busca madurez espiritual, espera producir mejores resultados para Dios y Su propósito eterno.

Aquel gerente de empresa que hizo cambios en el producto para adaptarlo mejor al mercado, luego modificó completamente la estructura productiva para volverse más competitivo y eficiente. Pero ahora se presenta un nuevo desafío: cambiar el negocio mismo, mudar la fábrica, cambiar de mercado y desarrollar nuevos productos. De la misma manera, cuando buscamos una verdadera madurez espiritual, es necesario entender que nuestra plataforma de vida es la nueva naturaleza que nos ha sido otorgada en Cristo Jesús.

Crecer en Dios significa recuperar el orden, la estructura y los protocolos de nuestro ser interior, tal como fueron creados en el diseño de Dios. Cuando reconocemos que nuestro ser espiritual puede ser la fuente de nuevos y excelentes pensamientos, entonces todo comienza a tener un nuevo sentido. La vida espiritual no nos ha sido otorgada para funcionar como un elemento alternativo al que consultamos como medida de emergencia. No podemos dejar la vida del espíritu confinada a determinados asuntos o días y horarios de la semana. La vida del ser espiritual debe volverse nuestra plataforma desde la cual podemos edificar una vida para Dios. Cuando nuestra alma se somete a la vida de Cristo en nosotros, se vuelve una herramienta muy poderosa.

 

LA GRACIA DE DIOS Y LA MENTE DE CRISTO.

La revelación de la Gracia de Dios es la acción directa de la palabra de Dios con mayor filo y actuando con mayor profundidad. No sólo cambia pensamientos y mentalidades, establece un nuevo orden interior desde la naturaleza de Cristo en nosotros. La mente de Cristo es la naturaleza desde la cual podemos edificar una nueva conciencia, paradigmas, criterios, prioridades y formas de pensar que le darán sentido y dirección a nuestro carácter y emociones.

La Gracia de Dios expone nuestra naturaleza humana. Cuando nuestra mente natural pasa demasiado tiempo oyendo mensajes evangélicos y leyendo la biblia, aprende su vocabulario y adopta sus preceptos. Muchas personas viven a Dios en forma de reglas de comportamiento. Sobre cada asunto de la vida, tienen un versículo bíblico que la memoria le ofrece de manera solícita. Vivir bajo ese modelo religioso es un riesgo del que ninguno estamos exentos. Por el contrario, la revelación de la Gracia de Dios produce una dependencia diaria y continua de comunión con Dios, fortaleciendo coyunturas espirituales personas asignadas en el propósito eterno de Dios.

 

IDENTIDAD CORPORATIVA.

Dios irrumpió en la vida de Abram a los setenta y cinco años con indicaciones claras y promesas extraordinarias. Dios le indicó salir de su tierra y parentela hacia una tierra que Él le mostraría. Luego de la guerra con Quedorloamer y de dar sus diezmos a Melquisedec, Dios vuelve a hablar con Abram con sus promesas hacia él y su descendencia. Estando Abram frente a la tierra de Canaán, Dios dice a Abram: “Yo soy Jehová, que te saqué de Ur de los caldeos, para darte a heredar esta tierra[14]“. Sin embargo, el capítulo 11 del libro de Génesis relata que fue Taré (padre de Abram) quien sacó a su familia de Ur de los caldeos, con la intención de llevarlos a Canaán. Sin embargo, Taré muere en Harán y Abram continúa su camino seguido por Lot. Dos conclusiones puedo mencionar al respecto: En primer lugar, la iniciativa de Taré no es tenida en cuenta en las promesas de Dios a Abram; y por otro lado, podemos resaltar que Abram no se separó de su parentela en Ur de los caldeos, sino en Harán.

Nuestro nacimiento al propósito eterno de Dios, implica una muerte a nuestra propia historia. Las circunstancias que nos han traído hasta el presente, no son relevantes en la realidad de Dios. Nunca debemos intentar reconciliar las circunstancias temporales con el propósito eterno de Dios, sino sencillamente dejar atrás toda historia personal.

Sucot es una jornada de muerte a la historia personal. Dios había dicho a Abram que haría de él una nación grande. Esa promesa se cumplió en Sucot. Hasta ese momento sólo eran familias sometidas al señorío de Egipto, descendientes de los hijos de Jacob. Por primera vez pueden verse como uno, sin el sometimiento de Egipto y sin mezclas. Todos ellos salieron de Egipto con historias personales y familiares, pero Sucot vio nacer a una nación profética.

Israel mostró evidencias, durante todo su camino en el desierto, de no haber entendido lo más importante de esta jornada. Canaán no era el primer destino profético; ser una nación grande sí. Formar parte del Cuerpo de Cristo es la realidad eterna por medio de la cual podemos comenzar un camino en la tierra con la plena confianza de que ya lo hemos alcanzado todo. Alcanzar el pleno entendimiento de nuestra identidad corporativa es indispensable para nuestra madurez. Nuestra manera de trabajar coyunturalmente con nuestros hermanos en Cristo es el resultado de esta revelación espiritual.

Estamos en Cristo. Crucificado juntamente con él, resucitados y sentados. Esa es nuestra verdadera historia, aunque nuestra mente natural no pueda entenderlo. Será imposible incorporar esos pensamientos a la mente carnal y humana, pero nuestra madurez en Cristo no depende de ello, sino más bien en el cambio total del centro de comando. Ya no somos gobernados por la mente carnal, sino que nuestras decisiones son tomadas en el espíritu.

 

MADUREZ Y EL FRUTO DEL ESPÍRITU.

El fruto del Espíritu es el resultado inevitable de una persona que va alcanzando madurez. Es un fruto invisible, cuyo crecimiento depende de un sólo alimento: la vida de Dios y Su palabra. Como su naturaleza es espiritual, no podemos contemplar ese fruto con nuestros sentidos naturales; sin embargo podemos ver sus evidencias. Las circunstancias externas, la manera en que resolvemos los conflictos y cómo nos desenvolvemos con otras personas, exponen el fruto del Espíritu. Cuando nacemos a nuestra identidad corporativa, son quitados muchos de los obstáculos con los que puede encontrarse nuestro crecimiento en Dios.

El amor que es fruto del Espíritu no lo produce una persona que tiene la intención de mejorar sus relaciones interpersonales. Cuando amamos fruto del Espíritu, manifestamos el amor de Dios al mundo. Cuando amamos a nuestros hermanos, nos amamos a nosotros mismos en ellos. Cuando amamos con el espíritu, Dios nos ama por medio nuestro. Cuando amamos a otros como fruto del Espíritu, Dios se ama a sí mismo en nosotros. En ese misterio se encuentra el cumplimiento de toda la ley y los profetas. En Cristo experimentamos esto, no por medio de nuestro esfuerzo o nuestra decisión, sino a través de el crecimiento y la madurez de la naturaleza misma de Dios en nosotros.

 

SOMETIENDO LA MENTE NATURAL A NUESTRA MEMORIA ETERNA.

Sucot es una tierra peligrosa en el camino de Israel. Apenas se están reuniendo como nación, mientras los egipcios aún están llorando la muerte de sus primogénitos. Israel está celebrando la victoria sobre la muerte y la esclavitud, mientras Egipto se ve abrazada por el terror y el llanto, comenzando a nacer nuevas amenazas todo el pueblo ignoraba. Luego de cruzar el Mar Rojo tendrían todo el tiempo para oír las leyes y directivas de Dios, pero Él no hace esperar su palabra. Allí, en Sucot, Dios se toma el tiempo para establecer las primeras fiestas nacionales. Los panes sin levadura y la entrega de los primogénitos son la profecía de Jesucristo y nuestra salvación. Pero la clave de la institución de estas fiestas era una: memoria.

Cuando Jesús estaba cerca de la cruz, encomienda a sus discípulos compartir del pan y el vino. Les dice que el pan partido y repartido es su propio cuerpo siendo partido por ellos, y el vino es el nuevo pacto en Su sangre. “Hagan esto en memoria de mí”, dijo Jesús. Jesús instala en sus discípulos la memoria de un suceso que aún no había acontecido. Sería más coherente que Jesús les hablara de esto luego de Su resurrección. El apóstol Pablo escribe a los corintios que recibió del Señor la importancia de hacer memoria del sacrificio de Cristo y la realidad de Su Pacto.

Los apóstoles no habían visto a Jesús crucificado y el apóstol Pablo no fue testigo del suceso histórico de la crucifixión. Hacer memoria requiere una vivencia y no sólo la imaginación sobre un acontecimiento. Nuestra mente natural no puede hacer memoria del sacrificio, muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo, sino tan sólo imaginarlo. Pero en nuestro espíritu portamos otra potente memoria: la memoria eterna. Poner en nuestra mente natural sucesos por medio de la imaginación, no produce madurez, sino que, por el contrario, levanta obstáculos. Pero el sometimiento de nuestra mente natural a la memoria eterna que portamos en el espíritu, establece las bases más poderosas en nuestro camino en el propósito eterno de Dios.

Las experiencias personales que registramos con nuestra mente natural, no son más que atavíos con los cuales vestimos nuestro ser interior.

Colosenses 3:9-11 dice: “No mintáis los unos a los otros, habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos, y revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno, donde no hay griego ni judío, circuncisión ni incircuncisión, bárbaro ni escita, siervo ni libre, sino que Cristo es el todo, y en todos”.

Nuestra madurez espiritual no se basa en la modificación de una personalidad o de las conductas humanas que se fueron modelando desde nuestra niñez. La colaboración que nuestro ser interior ha recibido para formar nuestro carácter, estructura de pensamiento, tendencias emocionales, improntas culturales y filosóficas, es infinita. Esperar una transformación por esa vía es sólo una ilusión religiosa. De hecho, toda la ley operando en Israel desde Moisés hasta nuestros días, son la demostración de un sólo punto: sin Cristo y el Nuevo Hombre operando en el interior, es imposible presentar a Dios un hombre maduro y coherente con Su propósito eterno. Recuerde: el camino de la transformación que el Nuevo Pacto propone es totalmente inverso. Todo el poder transformador nos fué dado por Dios, por Su Gracia a nuestro espíritu, y desde allí se abrirá camino hacia nuestra alma y cuerpo.

Repasemos este poderoso camino:

– Recibir la nueva naturaleza y vida espiritual.

– Comenzar el camino de un entendimiento creciente de la Gracia de Dios.

– Recibir la revelación de nuestra Identidad Corporativa en Cristo.

– Adquirir por el Espíritu nuestra memoria eterna.

– Manifestar la mente de Cristo y una mentalidad reformada por el Nuevo Hombre.

 

Si desea aportar voluntariamente con su generosidad a este trabajo, puede entrar al siguiente enlace: www.paypal.me/cemad

 

 

 

[1] Efesios 1:7; 2:7.

[2] Juan 1:14; Efesios 1:6; 1 Pedro 5:10.

[3] Versión Reina Valera Revisada 1960. El resaltado es del autor.

[4] Números 32:2.

[5] Éxodo 9:26.

[6] 1 Corintios 1:21

[7] Versión Reina Valera Revisada 1960. El resaltado es del autor.

[8] Romanos 6:16-18

[9] Levítico 23:39-43.

[10] Mateo 10:39.

[11] 1 Corintios 15:45.

[12] 2 Corintios 3:5.

[13] Pensamientos tomados de la Escuela de Fundamento Ministerial número 29, dictada por el Ap. Juan Ballistreri en septiembre de 2016.

[14] Génesis 15:7. Versión Reina Valera Revisada 1960.

0 comentarios en “La Gracia de Dios, la dependencia de Él y la mente de Cristo”

  1. todo el poder transformar fue dado por Dios. Pastor Ballistreri. le doy gracias a Dios por toda esta revelacion que esta transformando todo mi ser. Entiendo ahora despues de 27 anos el verdadero evangelio

Dejá un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *