Para un hijo de Dios la humildad no debería ser el resultado de un esfuerzo personal, sino la consecuencia inevitable de VER las realidades con claridad espiritual.
Somos débiles y nos hacemos fuertes sólo por la Gracia de Dios y en Sus fuerzas.
Fuimos escogidos como menospreciados y debemos recordarlo aún cuando estemos avergonzado a los sabios del mundo.
Cuando comenzamos a sentirnos merecedores de honra, exigir pleitesía, demandar más respeto que el que damos o mirarnos como superiores a otros, es resultado de la droga llamada orgullo. El orgullo nos vuelve ciegos y nos aparta de la realidad. Nos hace tomar decisiones aparentemente razonables pero al pasar el tiempo vemos sus consecuencias.
Someter nuestra alma a la realidad de Dios nos otorga la capacidad de humillarnos día a día delante de Dios y ser levantados por Él. Seamos entonces edificados de tal manera que nuestras vidas sean una alabanza a la Gloria de la Gracia de Dios.
Romanos 12:3 dice: “Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno”.
Luego el apóstol Pablo hablará del Cuerpo de Cristo y de nuestra función dentro de Él. Esa es la fuente de nuestra verdadera gloria, la cual no es personal ni individual, sino que es en nuestra vida dentro del diseño de Dios.
1 Corintios 1:30 dice: “Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención”.
Jeremías 9:24 dice: “Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y conocerme, que yo soy Jehová, que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra; porque estas cosas quiero, dice Jehová”.
El alma no transformada por la obra del Espíritu, opera de manera cíclica en orgullo y humillación. Está configurada para eso. Eso se debe a la falta de entendimiento de la Gracia de Dios y a ésta como la única manera de vivir en verdad. Necesitamos someter a nuestras almas, pensamientos y corazón al quebrantamiento diario, sometiéndonos a la soberanía de Dios. Reconocer todos los días que no podemos vivir sin la suministración y los cuidados de Dios. Sólo él puede guardarnos sin caída (Judas 1:24). El alma se jacta de lo que logra con sus fuerzas, y busca edificar una imagen personal, elevar su nivel de aceptación humano y construir una vida material en base a sus propias concupiscencias. Ese orgullo es una preparación para la próxima humillación, como una elevación para una próxima caída. Pero cuando nos humillamos delante de Dios, nos preparamos para ser exaltados por él. Cuando nos escondemos en Cristo, entendemos cada día más que lo importante no es que nos reconozcan a nosotros, sino que Cristo sea exaltado en nosotros.
1 Pedro 5:6 dice: “Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo”.
Ejercítese en la humildad verdadera, la que proviene de la madurez, la que nace del espíritu y de la revelación de las realidades de Dios.
Abel Ballistreri
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Tremendo! Gracias Pastor Abel!
Tremendo!
Gracias por este material que edifica el espiritu. Se que tras esto hay un gran esfuerzo, es de gran calidad. Dios proveera cada día.