COMPASIÓN PARTE 2

LA COMPASIÓN Y EL ORGULLO

El orgullo es uno de los sistemas más nocivos que operan en el alma humana. Cuando el orgullo se instala en el corazón humano, traerá consecuencias desbastadoras en el interior y en el entorno. También podemos considerar al orgullo como una de las armas más efectivas de las tinieblas. Sus operaciones son sumamente antiguas y repetitivas, pero siguen siendo altamente efectivas para mantener al mundo en ignorancia y a los cristianos en inmadurez.

Si vemos al orgullo como un enemigo al que hay que enfrentar, entonces podemos decir que enfrentarlo nos traerá una de las victorias más importantes en nuestra vida de madurez.

El orgullo es como una estructura creada para la vista, pero que no soporta la presión ni el paso del tiempo. Cuando el poder se encuentra con el orgullo, la corrupción comienza a suceder. Tal como un monumento comienza a sufrir grietas y oxidación que terminan por derribarlo. Por lo general, el alma prefiere los parches y las soluciones humanas, pero el trato del Espíritu es totalmente diferente.

Revestirnos de compasión es confrontar uno de los fundamentos más fuertes en el corazón humano y nos prepara para ser parte de un diseño que nos excede. Fortalece en nosotros nuestra conciencia de cuerpo, entendiendo que en nuestra realidad espiritual deberemos estar vinculados a personas más débiles que nosotros y eso es parte del diseño.

1 Tesalonicenses 5:14 dice: “También os rogamos, hermanos, que amonestéis a los ociosos, que alentéis a los de poco ánimo, que sostengáis a los débiles, que seáis pacientes para con todos”.

En este pasaje el apóstol Pablo nos muestra que no podemos tener el mismo trato con todos, antes de reaccionar ante la actitud de un hermano, debes buscar conocer que es lo que le está llevando a actuar de esa manera, pues si su ánimo está débil debemos animarlo y sostenerlo, pero si su actitud es rebelde lo que toca es amonestarlo, pues lo que nos motiva es el amor que busca el bienestar del hermano.

1 Corintios 12:22-26 dice: “Antes bien los miembros del cuerpo que parecen más débiles, son los más necesarios; (23) y a aquellos del cuerpo que nos parecen menos dignos, a éstos vestimos más dignamente; y los que en nosotros son menos decorosos, se tratan con más decoro. (24) Porque los que en nosotros son más decorosos, no tienen necesidad; pero Dios ordenó el cuerpo, dando más abundante honor al que le faltaba, (25) para que no haya desavenencia en el cuerpo, sino que los miembros todos se preocupen los unos por los otros. (26) De manera que, si un miembro padece, todos los miembros se duelen con él, y si un miembro recibe honra, todos los miembros con él se gozan”.

Pablo dice que nos puso en diferentes posiciones dentro del cuerpo para que todos nos preocupemos los unos por los otros, pues en la medida que entendemos que, si una parte del cuerpo es afectado, todo el cuerpo lo es, procuraremos el bienestar del cuerpo, pues el bienestar del cuerpo redundará en nuestro bienestar.

EL DOLOR

2 Corintios 1:3-5 dice: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, (4) el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios. (5) Porque de la manera que abundan en nosotros las aflicciones de Cristo, así abunda también por el mismo Cristo nuestra consolación.”

Así como la compasión nos otorga integridad para el manejo del poder, también opera en nuestra alma para enfrentar el dolor.

El dolor es una función sumamente importante para el cuerpo. El dolor activa los sistemas de protección y por lo tanto es sumamente importante para nuestra salud. Existen de hecho enfermedades del cuerpo sumamente peligrosas que producen insensibilidad y falta de dolor.

El alma humana suele buscar aquellas soluciones analgésicas que anulan el dolor, pero no solucionan el problema. El hombre natural pierde cada vez más su sensibilidad al dolor y escapa de toda forma de dolor que se presenta. A menudo las personas se encuentran rodeadas de otros que sufren, pero prefieren ignorarlos y esconderse detrás de excusas y distracciones.

Efesios 4:17-19 dice: “Esto, pues, digo y requiero en el Señor: que ya no andéis como los otros gentiles, que andan en la vanidad de su mente, (18) teniendo el entendimiento entenebrecido, ajenos de la vida de Dios por la ignorancia que en ellos hay, por la dureza de su corazón; (19) los cuales, después que perdieron toda sensibilidad, se entregaron a la lascivia para cometer con avidez toda clase de impureza”.

La pérdida de sensibilidad es una de las consecuencias del pecado en el hombre y su lejanía de Dios. La compasión nos lleva a exponernos al dolor de manera voluntaria, para producir salud en nosotros mismos y en otros.

La madurez espiritual no es el resultado de una persona que ha resuelto su vida para no tener dolor, sino de un corazón que ha regresado al correcto funcionamiento en el diseño de Dios. Cuando una persona procesa correctamente el dolor en su propio corazón, sostenido por el gozo del Espíritu, entonces se volverá de descanso y salud para otros.

CÓMO VESTIRNOS DE COMPASIÓN

  1. Haga memoria por el Espíritu Santo de todos los beneficios y atenciones que recibimos del Señor. También pida al Espíritu el entendimiento de aquellas cosas de las que hemos sido librados aún sin nosotros saberlo.
  2. Ore con revelación de su realidad espiritual. Somos parte de un cuerpo y en esa realidad somos interdependientes. Dios ha dispuesto, por diseño, entregarle a usted recursos que otros necesitarán. 
  3. Piense de qué manera puede usted llevar la carga de otros. Es importante dar lugar a observar a quienes nos rodean y considerar la carga que llevan para provocarnos a la compasión espiritual.
  4. Separe recursos materiales que tengan como destino ayudar a quien lo necesita. No espere a la ocasión para estar preparado. Tenga siempre, al menos un pequeño recurso apartado para salir en rescate de quien lo requiera.
  5. Practique el ejercicio de ponerse en el lugar de aquellas personas con las cuales se encuentra en su camino. Es un ejercicio que al alma no suele agradarle, pero sumamente provechoso para nuestra madurez espiritual.

LA COMPASIÓN Y LOS VÍNCULOS

1 Pedro 3:8-9 dice: “Finalmente, sed todos de un mismo sentir, compasivos, amándoos fraternalmente, misericordiosos, amigables; (9) no devolviendo mal por mal, ni maldición por maldición, sino por el contrario, bendiciendo, sabiendo que fuisteis llamados para que heredaseis bendición”.

El “sentir” al que se refiere el apóstol Pedro es el resultado de un alma que se ha configurado para expresar la naturaleza de Cristo. El sentir es lo que opera en nuestros pensamientos y corazón. La palabra griega para sentir es “jomófron” (G3675 Strong), que significa “tener una misma opinión, ser armoniosos. Proviene de la palabra “frén” (G5424 Strong), que nos habla de emociones, mente y modo de pensar (como aquello que gobierna el ser interior).

Revestirnos de compasión nos permite rendir toda forma de gobierno humana, humillando nuestros pensamientos y deducciones para que el gobierno de Dios se exprese en nuestras vidas. La compasión nos ayuda a quitarle poder gobernante a nuestras propias emociones y objetivos personales, preparando nuestro corazón para la vida en el Cuerpo y los vínculos espirituales.

El apóstol Pablo dice a los romanos y a los corintios que siendo muchos, somos un cuerpo (Rom 12:5, 1 Co 10:17). Esa es nuestra realidad espiritual. La madurez espiritual consiste en la transformación de nuestras almas por la vida espiritual de manera tal que la realidad del Cuerpo de Cristo pueda ser expresada en nosotros y en los vínculos que nos hacen uno.

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