La principal diferencia entre el conocimiento natural y el conocimiento espiritual es el origen del mismo conocimiento, pero otras diferencias nos pueden ayudar a diferenciarlos.
A continuación, veamos algunas diferencias entre el conocimiento natural y el conocimiento espiritual:
Conocimiento natural: Tiene como fuente la experiencia y lo que proviene de los sentidos.
Conocimiento espiritual: Tiene como fuente la luz de Dios y Su Verdad.
Conocimiento natural: Produce razonamientos, principios, conclusiones, ideas, ideologías, doctrinas, etc.
Conocimiento espiritual: Produce la expresión del amor de Dios y Su Luz.
Conocimiento natural: Es procurado por razones terrenales y temporales. Su valor tiene que ver con asuntos materiales o humanos (fama, poder, influencia, riquezas, supervivencia, progreso humano, comodidad, confort, placer personal, etc).
Conocimiento espiritual: Es procurado por causa de la vida espiritual que nos habita.
Conocimiento natural: Alimenta la auto justicia humana.
Conocimiento espiritual: Provoca en nosotros la Justicia de Dios manifestada en la Cruz de Cristo y Su amor.
Conocimiento natural: Generalmente es acompañado con orgullo, soberbia o vanagloria.
Conocimiento espiritual: Es acompañado con temor del Señor y entendimiento profundo de la Gracia de Dios.
Conocimiento natural: Produce bien y mal como fruto de su naturaleza.
Conocimiento espiritual: Produce la expresión de Cristo en aquellos que lo adquieren y permanecen en él.
Conocimiento natural: Puede ser transmitido por diferentes medios naturales: verbalmente, escritos, audios, videos, etc.
Conocimiento espiritual: Sólo puede ser dado por la voz de Dios y la obra de Su Espíritu. No puede ser otorgado por hombres ni encapsulado en preceptos humanos, aunque sí puede ser provocado con la predicación, las escrituras y todo medio que tenga ese fin.
Conocimiento natural: Produce información acumulada en la mente, la cual se va mezclando, deteriorando y con el tiempo.
Conocimiento espiritual: Produce vida, fuerza, enfoque y poder. Conocer, según Dios, no es otra cosa que amar.
Provocar el conocimiento de Dios significa colaborar con la tarea de traer al alma aquello que el Señor ya nos ha concedido en nuestro espíritu. Esa provocación no tiene que ver con añadir algo que no existe, sino reconocer lo que nos ha sido otorgado y procurar que ese conocimiento sea el alimento de nuestras almas. Es un proceso “de adentro hacia afuera” y no de “afuera hacia adentro” como lo hace el conocimiento natural. En el proceso de madurez no comenzamos desde la ignorancia, sino que comenzamos del conocimiento de nuestro espíritu para alcanzar el entendimiento y luz en nuestras almas.
En próximos apartados nos concentraremos más profundamente en el siguiente pasaje, pero hemos de notar un principio fundamental para el evangelio:
Hebreos 8:10-12 dice: “Por lo cual, este es el pacto que haré con la casa de Israel, después de aquellos días, dice el Señor: Pondré mis leyes en la mente de ellos, y sobre su corazón las escribiré; y seré a ellos por Dios, y ellos me serán a mí por pueblo; (11) Y ninguno enseñará a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce (ginosko) al Señor; porque todos me conocerán (oida), desde el menor hasta el mayor de ellos. (12) Porque seré propicio a sus injusticias, y nunca más me acordaré de sus pecados y de sus iniquidades”.
Una vez más vemos esta diferencia entre dos palabras traducidas como “conocimiento”, pero que en realidad son palabras diferentes en el original. El mensaje es claro: en el Nuevo Pacto, otorgado a nosotros por el sacrificio de Cristo, nos es otorgado un beneficio espiritual y eterno absolutamente central y altamente relevante: el conocimiento de Dios.
Al decir: “todos me conocerán” (oida), está expresando que junto con la vida espiritual nos ha sido otorgado el pleno conocimiento de Dios. Ese conocimiento no es por experiencia humana, sino por la luz plena de la vida espiritual y eterna.
Recordemos cuál es la calidad de la vida espiritual que nos ha sido otorgada en Cristo:
Efesios 1:3-4 dice: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, (4) según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él…”.
La vida espiritual que nos fue otorgada es eterna y es preexistente a nuestra historia natural y humana. Es en esa naturaleza y realidad donde conocemos a Dios de manera plena, aunque nuestra alma y mente aún no hayan podido acceder ni entender ese conocimiento.
EL SEÑOR LES BENDIGA Y LES DE MAS SABIDURIA