FLEXIBILIDAD Y TOLERANCIA

Flexibilidad es la virtud que nos permite hacer cambios superficiales sin que sea modificado nuestro fundamento de vida. Es una virtud que nos permite entender y discernir cuáles son las cosas inamovibles de nuestras vidas y estar dispuesto a modificar las que son movibles, de manera tal que nos permite ser adaptables a los diseños de Dios y los cambios en las circunstancias externas.

Colosenses 3:12-13 NVI dice: “Por lo tanto, como escogidos de Dios, santos y amados, revístanse de afecto entrañable y de bondad, humildad, amabilidad y paciencia, (13) de modo que se toleren unos a otros y se perdonen si alguno tiene queja contra otro. Así como el Señor los perdonó, perdonen también ustedes.”

Efesios 4:1-2 NVI dice: “Por eso yo, que estoy preso por la causa del Señor, les ruego que vivan de una manera digna del llamamiento que han recibido, (2) siempre humildes y amables, pacientes, tolerantes unos con otros en amor.”

Efesios 4:22-23 dice: “En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, (23) y renovaos en el espíritu de vuestra mente…”.

Romanos 12:2 dice: “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta”.

La flexibilidad nos permite ser libres de las expectativas personales que muchas veces son fuente de frustración y detenimiento. Nos permite estar atentos a lo que vendrá, preparados para todo y dispuestos a ser depositarios del poder de Dios. La flexibilidad y la tolerancia son virtudes que quitan las durezas del corazón. Son virtudes similares y complementarias.

La tolerancia es la capacidad de variación aceptable respecto a un estándar, sin que se modifique su capacidad y efectividad. Es por eso que la tolerancia es una virtud que permite mantener el foco en lo que es realmente importante, y otorga la capacidad de trabajar en conjunto con vínculos que se vuelven firmes en el tiempo.

Es notorio en nuestra generación cuántas razones inválidas separan a los santos unos de otros, por causa de la inmadurez. Eso se debe a la falta de tolerancia. La tolerancia requiere niveles de precisión para saber qué nos une y qué nos separa de las personas. Nos lleva a preguntarnos ¿De qué debemos alejarnos? ¿Qué cosas no deberían separarnos de nuestros hermanos?

La inmadurez propia y de quienes nos rodean pueden producir momentos desagradables y de tensión. Deberíamos estar preparados para esa tensión, ya que hemos sido llamados para colaborar con esa madurez y ser partícipes de esa manera en el evangelio.

Pero debemos saber que hay elementos que no requieren tolerancia, sino separación y lejanía.

Judas 1:22-23 dice: “A algunos que dudan, convencedlos. (23) A otros salvad, arrebatándolos del fuego; y de otros tened misericordia con temor, aborreciendo aun la ropa contaminada por su carne”.

El apóstol Judas nos invita a convencer a los que dudan, pero nos enseña que no podemos tolerar a los que están viviendo gobernados por la carne.

1 Corintios 5:9-11 dice: “Os he escrito por carta, que no os juntéis con los fornicarios; (10) no absolutamente con los fornicarios de este mundo, o con los avaros, o con los ladrones, o con los idólatras; pues en tal caso os sería necesario salir del mundo. (11) Más bien os escribí que no os juntéis con ninguno que, llamándose hermano, fuere fornicario, o avaro, o idólatra, o maldiciente, o borracho, o ladrón; con el tal ni aun comáis”.

El apóstol Pablo da la misma instrucción, ser luz para el mundo, pero no tolerar a los que dentro de la iglesia están promoviendo el pecado.

2 Corintios 11:18-21 dice: “Puesto que muchos se glorían según la carne, también yo me gloriaré; (19) porque de buena gana toleráis a los necios, siendo vosotros cuerdos. (20) Pues toleráis si alguno os esclaviza, si alguno os devora, si alguno toma lo vuestro, si alguno se enaltece, si alguno os da de bofetadas. (21) Para vergüenza mía lo digo, para eso fuimos demasiado débiles.  Pero en lo que otro tenga osadía (hablo con locura), también yo tengo osadía.”

A los corintios el apóstol les dice que él se avergüenza de que ellos tolerando a los necios y a los falsos maestros que los despojan y esclavizan.

Apocalipsis 2:20 dice: “Pero tengo unas pocas cosas contra ti: que toleras que esa mujer Jezabel, que se dice profetisa, enseñe y seduzca a mis siervos a fornicar y a comer cosas sacrificadas a los ídolos.”

Y el Señor Jesucristo exhorta a la iglesia de Tiatira acerca de una mujer que no deberían estar tolerando.

DAR Y RECIBIR EN TOLERANCIA

La vida del Cuerpo de Cristo consiste en dar y recibir. Sin flexibilidad y tolerancia no podemos dar a conocer la realidad de Su Cuerpo, ya que estas virtudes nos hacen capaces de asumir posiciones saludables en la Iglesia.

Cuando somos flexibles y tolerantes, podemos obtener consejo y exhortación, transformándolo todo en riquezas nutritivas.

La flexibilidad también nos permite entregar nuestro fruto con humildad y sencillez, de manera tal que sea de verdadera edificación.

La tolerancia es una virtud que nos permite construir vínculos fuertes y perdurables, haciéndonos regresar una y otra vez a la visión espiritual de la edificación de la Iglesia. Nos permite entender que la inmadurez en otros no es una amenaza, sino una oportunidad de colaboración.

EFECTOS NOSCIVOS DE LA INFLEXIBILIDAD

Cuando una persona no añade flexibilidad a su vida, mostrando inflexibilidad ante los cambios que nos presentan los caminos del Señor, se expone a ser arrastrado por el engaño y las doctrinas falsas. Eso se debe a que el camino de la madurez espiritual nos lleva a considerar a otros en amor, para colaborar con su madurez. La vida del Espíritu no se manifiesta en ideologías intransigentes o palabras de juicio sobre otros, sino en la capacidad de servir en humildad hasta ser la expresión perfecta del amor de Dios.

Mientras más firme sea nuestra posición espiritual, más flexible será nuestra manifestación hacia los hombres. No necesitamos la rigidez para mantenernos firmes en el Señor, sino que estamos completamente aferrados a él y nada nos puede arrancar.

Filipenses 2:3-8 dice: “Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; (4) no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros. (5) Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, (6) el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, (7) sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; (8) y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz”.

La expresión “como cosa a que aferrarse”, es la expresión de Cristo en flexibilidad. Su humillación nunca le quitó su calidad de Hijo y es por eso que el Padre lo exaltó hasta lo sumo.

Ese es el sentir que se debe desarrollar en nosotros: la flexibilidad es posible por causa de una posición inamovible: somo hijos. Eso nos permite ser inamovibles e inflexibles en lo que debemos ser, pero sumamente útiles en las manos del Señor para aquello a lo cual nos envíe.

Efesios 5:11 dice: “Y no participéis en las obras infructuosas de las tinieblas, sino más bien reprendedlas…”.

CÓMO AÑADIR FLEXIBILIDAD Y TOLERANCIA

  1. Trayendo a memoria día a día nuestra posición inamovible de hijos en el espíritu.
  2. Fortaleciendo nuestra posición en Cristo, estableciendo aquello que debe ser firme en nuestros corazones: nuestra fe en el Señor y nuestro amor espiritual.
  3. Quitando las expectativas sobre cosas naturales y temporales, para anhelar las eternas y espirituales.
  4. Menospreciando toda forma de idea y creencia que no produzca un crecimiento en la manifestación de la naturaleza del amor de Dios.
  5. Poniendo la expresión del amor de Dios por encima de toda posición personal.
  6. Evitando las discusiones vanas. Frente a cualquier forma de discusión, preguntarse: “¿Podrá esta discusión colaborar con el crecimiento de Cristo en mí y en mi hermano?”.
  7. Reforzando día a día el entendimiento de que nuestros hermanos son miembros de nuestra propia vida. También somos lo que somos en ellos. No los vemos como personas separadas de nosotros, sino como nuestros propios miembros.
  8. Con esfuerzo por colaborar en la madurez de otros, con paciencia y amor, cuidando las formas y los modos, de manera que el resultado sea el crecimiento y la nutrición espiritual.
  9. Permitiendo el silencio cuando otros presentan formas de pensar diferentes en asuntos que no son relevantes ni fundamentales en la fe.

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