El evangelio es una palabra viva; no como aquellas palabras que los hombres dicen, cuyo único objetivo es transmitir ideas y conceptos, sino una palabra que carga poder y la misma naturaleza de Dios. No busca obtener un espacio en la vida de las personas o adaptarse a un ritmo de vida asumido. La palabra viva del evangelio es un llamado a la salvación de aquellos que han de sumarse a Su propósito eterno, perfeccionando y absorbiendo la existencia de las personas en una nueva vida. Cuando alcanzamos a entender la grandeza de ese beneficio, comprendemos también que es verdaderamente imposible de alcanzar con cualquier tipo de esfuerzo o sacrificio humano. En la Cruz de Cristo nos fue otorgada plena reconciliación con Dios y cada vez que el evangelio nos anuncia esa reconciliación, somos provocados a vivir y expresar dicha realidad.
Los apóstoles entendían claramente que el evangelio de Jesucristo estaba contenido en su muerte en la cruz. La palabra de la cruz es aquello que nos es anunciado a partir de la muerte de Jesucristo en la cruz. Ellos no estaban interesados en contar al mundo la historia de Jesús, porque creer una historia no produce ningún cambio. Si pedimos al Padre oír por Su Espíritu ese mensaje, sin duda una palabra que oiremos es “reconciliación”.
A continuación, tomaremos un fragmento de la carta del apóstol Pablo a los romanos y resaltaremos de qué manera él anuncia el evangelio a través de la muerte del Señor Jesucristo:
Romanos 5:6-11 dice: “Porque Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos. Ciertamente, apenas morirá alguno por un justo; con todo, pudiera ser que alguno osara morir por el bueno. Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira. Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida. Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en Dios por el Señor nuestro Jesucristo, por quien hemos recibido ahora la reconciliación.
La cruz nos expresa que hemos sido reconciliados con el Padre y que el poder de esa reconciliación es total y que no cuenta con nuestros méritos. Esa sangre derramada es el precio pagado por nuestra reconciliación y debe ser entendida así la profundidad y el alcance de esa reconciliación.
La palabra “reconciliación” nos habla de un estado inicial que fue perdido y está siendo recuperado. Pocas palabras tienen tanta capacidad de describir una realidad eterna. Lo que en la cruz sucedió puede ser descrito en gran medida con esta palabra, ya que, habiendo sido destituidos de la Gloria de Dios, fuimos traídos y atraídos nuevamente por medio de Jesucristo. En la Cruz nos es devuelta una posición que no es pasada, sino que es eterna. Para entender la profundidad y la importancia de esta realidad espiritual debemos contemplar el panorama de enemistad en que vive el hombre sin Dios y de la necesidad de estar crucificados juntamente con y en Cristo.
EL SISTEMA DEL MUNDO Y LA ENEMISTAD
La enemistad es la plataforma para que el mundo subsista y viva sin Dios. No sólo esto trae destrucción a los sistemas operativos de Dios, sino que contradice las intenciones del Padre y en esa contradicción radica su poder. Debemos entender que el hombre se encuentra contenido en un sistema de vida que le asegura su subsistencia fuera de Dios y fuera del diseño para el cual fue creado. Es por eso que el árbol de la ciencia del bien y del mal producía un solo tipo de fruto, desobediencia al Padre y enemistad con Dios. No tenía un fruto para el mal y otro para el bien; en el mismo fruto estaba contenida la confrontación. Sin embargo, la contradicción es aparente, pues ha sido diseñada por Dios como un sistema con la capacidad de poder sustentar al hombre aún alejado de Él. Por esto, ver los efectos nocivos de la enemistad es muy sencillo, pero no vemos su aspecto “humanamente positivo”. Ese aspecto aparentemente positivo de la enemistad es el sistema que opera en el mundo para sustentar al hombre. Este principio puede aplicarse tanto al rumbo de las naciones, como a las más pequeñas y sencillas interacciones sociales.
- La libre competencia en los mercados es una aparente señal de salud y prosperidad para una nación separada de los diseños de Dios. Debemos observar así, que los sistemas políticos y económicos considerados desde el punto de vista humano, como los más exitosos de la historia son aquellos que favorecen la competencia (que es otra manera de decir enemistad). Por ejemplo, el comunismo es altamente atractivo desde un punto de vista filosófico y teórico, pero nunca se ha conocido que un sistema político sea operativo y funcional ni que pueda reflejar lo que la filosofía de los libros prometen. Una de las fallas más importantes de ese sistema es que al no considerar la confrontación y la enemistad con Dios (la competencia política y de los mercados), el país entra en ineficiencia y en una decadencia sistemática que termina por colapsar. La resultante, es que el hombre necesita de la enemistad para progresar.
- Las guerras han provisto históricamente grandes avances científicos en tecnología, medicina y otras ciencias. Por eso, le animo a investigar acerca de esto y se sorprendería saber cuántas de las cosas que usamos diariamente y nos producen grandes beneficios, las tenemos gracias a los avances tecnológicos impulsados por las grandes guerras; pero sin entender el propósito eterno de Dios y su justicia.
- Si observamos detenidamente, descubriremos que el éxito de los juegos del entretenimiento de hoy están basados y hacen énfasis sobre la enemistad; es difícil encontrar una serie televisiva o una película en la que no exista un lado bueno y uno malo. Así, podríamos decir que desde el momento en que se comienza a ver una película, nuestro cerebro busca identificar si los personajes responden al perfil del lado bueno o el lado malo, y cuáles son las confrontaciones que deben resolverse.
- No existe ámbito humano, sea laboral, familiar, deportivo, académico, etc., que no refleje de una u otra forma esta enemistad de la cual el ser humano no puede escapar por sus propias fuerzas, de ahí la importancia de madurar y darle trascendencia al ser espiritual.
Debemos entender que el hombre no fue creado para vivir separado de Dios, y de esa manera, al haber sido separado de Él necesitó un sistema de sustento de vida altamente sofisticado; por eso este sistema sólo se sustenta en la enemistad y se conserva alimentándose de ella.
Muchas gracias, excelente! ________________________________