LA SALVACIÓN ACTIVA LAS FUNCIONES DEL ESPÍRITU

Continuando con el tema de la salvación, y siendo tan importante tener la certeza y el entendimiento de la salvación tan grande que se nos ha otorgado, es importante enfatizar desde otro ángulo la manifestación en nuestra vida de lo que se activa con la vida espiritual.

Debemos entender que la salvación no nos otorga una “salida” a problemas personales. Salvación no mejora nuestras vidas. Salvación nos otorga acceso a lo verdadero y eso comienza con una VERDADERA VIDA.

¿Qué de la vida que antes llevaba sin Dios? No era vida, sino que un suspiro temporal, una estructura de mentira.

Vamos comprendiendo más y más la salvación cuando entiendo que la antigua vida era falsa y mentirosa, decidiendo cada día vivir en la nueva y verdadera vida: una vida con calidad eterna.

La vida espiritual tiene instintos. Son aquellas acciones no aprendidas por instrucción externa, sino que nos conducen al crecimiento en la Luz.

Una persona que ha experimentado salvación, muestra evidencias de al menos estos cuatros instintos espirituales. Si ellos no están, entonces debería haber una acción de verdadera humillación a Dios y clamor, para regresar a la vida y clamar para que la fe no sea abortada.

  • Hambre de la palabra de Dios.

Lucas 4:4 dice: “Jesús, respondiéndole, dijo: Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra de Dios”.

Anhelar oír la voz de Dios. Tener hambre de Él. Buscar Su palabra y Su dirección.

Esto significa, separar tiempo cada día para recibir de Dios Su Palabra.

Es abrir espacio en nuestras decisiones y desafíos para recibir los Criterios del Padre sobre cada asunto.

Es saber que si no le oímos, no podemos vivir. Así como dependemos del comer y beber en el cuerpo, dependemos de Dios. No podemos dejar la vida espiritual relegada a pocos momentos y espacios, dándole poca prioridad y quitándole espacio por ocuparnos una y otra vez de cosas materiales y humanas.

  • Fe.

Romanos 12:3 dice: “Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno”.

Efesios 1:15-16 dice: “Por esta causa también yo, habiendo oído de vuestra fe en el Señor Jesús, y de vuestro amor para con todos los santos, (16) no ceso de dar gracias por vosotros, haciendo memoria de vosotros en mis oraciones…”.

La fe es un don de Dios y es un instinto espiritual. Es la fe la que contiene la genética de Dios inseminada en nuestro espíritu para vida y transformación. Esa fe debe ser guardada y resguardada día a día, hasta que su fortaleza sea tal que produzca victorias poderosas en nuestros días.

  • Amor a los santos y congregabilidad.

Colosenses 1:3-6 dice: “Siempre orando por vosotros, damos gracias a Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, (4) habiendo oído de vuestra fe en Cristo Jesús, y del amor que tenéis a todos los santos, (5) a causa de la esperanza que os está guardada en los cielos, de la cual ya habéis oído por la palabra verdadera del evangelio, (6) que ha llegado hasta vosotros, así como a todo el mundo, y lleva fruto y crece también en vosotros, desde el día que oísteis y conocisteis la gracia de Dios en verdad…”.

Hebreos 10:24-25 dice: “Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; (25) no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca”.

Hay un instinto en el espíritu que anhela estar sujeto a la cabeza y unido al resto del cuerpo, pues sabe que el crecimiento y la salud son elementos conectados a la unidad al cuerpo de Cristo, a los demás miembros con diferentes dones, repartidos por Dios a cada uno para mutua edificación.

  • Ser Testigos y Testificar.

Hechos 1:8 dice: “pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra”.

Hechos 20:24 dice: “Pero de ninguna cosa hago caso, ni estimo preciosa mi vida para mí mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios”.

1 Corintios 2:1-2 dice: “Así que, hermanos, cuando fui a vosotros para anunciaros el testimonio de Dios, no fui con excelencia de palabras o de sabiduría. (2) Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado”.

1 Juan 5:6-12 dice: “Este es Jesucristo, que vino mediante agua y sangre; no mediante agua solamente, sino mediante agua y sangre. Y el Espíritu es el que da testimonio; porque el Espíritu es la verdad. (7) Porque tres son los que dan testimonio en el cielo: el Padre, el Verbo y el Espíritu Santo; y estos tres son uno. (8) Y tres son los que dan testimonio en la tierra: el Espíritu, el agua y la sangre; y estos tres concuerdan. (9) Si recibimos el testimonio de los hombres, mayor es el testimonio de Dios; porque este es el testimonio con que Dios ha testificado acerca de su Hijo. (10) El que cree en el Hijo de Dios, tiene el testimonio en sí mismo; el que no cree a Dios, le ha hecho mentiroso, porque no ha creído en el testimonio que Dios ha dado acerca de su Hijo. (11) Y este es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su Hijo. (12) El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida”.

Hay un instinto en el espíritu de testificar lo que ha visto. El alumno enseña lo que aprendió, pero el testigo es el que vio la hermosura de Cristo que estando muerto no podía ver, y es tan apasionante la belleza del Salvador que siente la necesidad de contarle al mundo acerca del tesoro que ha descubierto, y a la vez la necesidad de cumplir con la comisión de anunciar las virtudes de aquel que nos llamó de las tinieblas a su luz admirable.

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