VIDA EN EL ESPÍRITU Y PUNTO FINAL

Es importante detectar cuándo es el espíritu el que nos habla, cuándo al oír a quienes están cantando o ministrando la palabra en la música o a quien sea que nos hable, podamos decir “en este momento dejó de hablar la persona y ahora estoy oyendo la voz del espíritu”; porque eso es lo trascendente en nuestras vidas, cuando podemos oír lo que el Espíritu Santo de Dios ha dicho.

Seguramente en esta semana hemos oído a demasiadas personas, pero ahora vamos a oír lo que el espíritu nos quiere decir.

Hebreos 3:7-13 “Por lo cual, como dice el Espíritu Santo: si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones, como en la provocación, en el día de la tentación en el desierto, donde me tentaron vuestros padres; me probaron, y vieron mis obras cuarenta años. A causa de lo cual me disgusté contra esa generación, y dije: siempre andan vagando en su corazón, y no han conocido mis caminos. Por tanto, juré en mi ira: no entrarán en mi reposo. Mirad, hermanos, que no haya en ninguno de vosotros corazón malo de incredulidad para apartarse del Dios vivo.  antes exhortaos los unos a los otros cada día, entre tanto que se dice: hoy; para que ninguno de vosotros se endurezca por el engaño del pecado”.

Exhortarnos todos los días no es exhortarnos por cualquier cosa sino es decirnos unos a otros que hoy puede ser el HOY, del que el Espíritu Santo dice que Dios puede hablarnos, y nos puede encontrar con un corazón duro.

Pudimos haber tenido muchos días con corazón endurecido y no haber pasado absolutamente nada, pero si este día pudiera ser UN HOY en el que el espíritu de Dios nos hable no nos puede encontrar con un corazón endurecido, por eso debemos exhortarnos unos a otros todos los días.

Porque si algo tiene este sistema del mundo en el que vivimos es el poder de endurecer corazones, generar cayos como defensas; pero nosotros no tenemos defensas humanas y naturales, es Dios el que nos defiende; no necesitamos estar endurecidos, más bien permanezcamos blandos ante la voz del Señor.

Sabemos que el evangelio no lo hemos pagado nosotros sino que fue Cristo quien pagó todo el precio. El tema es que la vida de muchos cristianos transcurre como quien va y compra un producto, se lo lleva y luego de haberlo comprado se arrepiente y lo devuelve; pero cuando está en su casa se da cuenta de que lo necesita y vuelve a buscarlo; y luego no recuerda para qué volvió y así va y viene, no sabe para qué sirve porque no ha leído el manual de instrucciones.

Es que somos víctimas de una generación que hemos ido descubriendo de a poquito para qué sirve el evangelio, y en el ir descubriendo dejamos y tomamos, dejamos y tomamos, no hemos sabido bien de qué se trata el evangelio. A eso le llamamos vagar en el corazón.

Porque se puede vagar en la vida, cuando hacemos una cosa y si no nos funciona hacemos otra, estamos con una persona que nos gusta y después no nos gusta; se vaga es en los vaivenes del corazón, pero el Espíritu Santo de Dios habla a nuestras vidas para sacarnos de esos vaivenes.

Si detectamos que muchas veces nuestro corazón se deja desviar por cosas, que nos distraemos, vamos, probamos, ahí viene el Espíritu Santo para decirnos que no, que dejemos de vagar en nuestro corazón. El asunto es que nuestro corazón esté claro hacia dónde estamos siendo provocados.

Y en este caso el escritor está haciendo memoria del pueblo de Israel y les está escribiendo a los hebreos, hace memoria porque ellos conocen la historia de que sus padres estuvieron en el desierto con Dios y que Dios se enojó con ellos, pero no se enojó porque hicieron cosas malas sino porque nunca anhelaron conocer al Dios que hacía cosas a su favor.

Quiere decir que Dios puede hacer muchas cosas favorables para nosotros pero eso no asegura que nuestro corazón deje de vagar; aunque Dios hiciera algo que cambiara toda circunstancia contraria a nuestra persona, aunque Dios hiciera todo lo que esperamos que haga, eso no tendría el poder de cambiar en nosotros toda vagancia del corazón.

Pero hay algo que sí tiene efectividad y que no son cosas externas, y es que OIGAMOS LA VOZ DEL ESPÍRITU SANTO DE DIOS.

Colosenses 3:9 “No mintáis los unos a los otros, habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos”.

O sea que cada vez que no nos despojamos del viejo hombre, mentimos.
No mentimos solo diciendo cosas, mentimos cuando vivimos una vida a la cual ya no pertenecemos, cuando expresamos cosas de las cuales ya hemos sido sacados.

Si descubrimos que expresamos cosas con palabras, con dichos, con acciones, con reacciones que no pertenecen a la vida que Dios nos ha dado, en ese momento nos mentimos; porque si a alguien le decimos algo que no pertenece a la vida de Dios, le estamos diciendo: “yo soy así”. Y eso es una mentira, porque nosotros no somos eso, dice la palabra que nos saquemos el viejo hombre y que nos dejemos de mentir, porque no somos eso.
¿Y cómo dejamos de mentir?

Colosenses 3:10 “y revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno”.

En un título en inglés de este pasaje dice “pónganse el nuevo yo”, es exactamente lo que está diciendo el apóstol Pablo, “despójate del viejo y ponte el nuevo”; cómo la vida en el espíritu nos da el poder de ponernos un nuevo yo que es el que nos fue dado en el espíritu en el evangelio.

Indagando acerca de las palabras que contiene este pasaje descubrimos algo muy especial; dice que este nuevo yo contiene una tecnología, y esa tecnología es que se va renovando, el nuevo yo se renueva solo.

Este pasaje en la versión Reina Valera dice “hasta el conocimiento pleno”, pero al indagar vemos que esa palabra EPIGNOSIS significa reconocer algo que ya se conoció, o sea que lo que Pablo está diciendo es que “este nuevo yo se va renovando hasta que tú te reconozcas”.

PUNTO FINAL A UNA VIDA EN EL VIEJO HOMBRE

Hay un punto final que tenemos que ir poniendo en nuestras vidas, es un punto final a una vida en la carne, a una vida en el viejo hombre, porque luego de este punto final lo que viene es la vida en el nuevo hombre, que es una vida que tenemos que anhelar experimentar.

Es como alguien que dice: “ahora sí me acuerdo de quién era yo”, porque mientras no caminamos en el nuevo hombre nos levantamos, nos miramos en el espejo, vemos nuestras acciones y no nos reconocemos. Si a nuestro yo de hace diez o veinte años le hubiesen presentado lo que hoy estamos haciendo, cuáles son nuestros desafíos, probablemente no nos reconoceríamos a nosotros mismos en el sentido de que el ser humano sin la vida del espíritu está en constante búsqueda de reconocerse.
En nuestra generación vemos hombres y mujeres buscando caminos que les lleven a reconocerse a sí mismos, y esto es un problema global aunque lo veamos como algo personal.

Pero al final de toda esta búsqueda ningún hombre termina reconociéndose, por eso la insatisfacción, por eso nunca termina el vaivén del corazón, vamos y venimos, vamos y venimos, porque no nos encontramos a nosotros mismos, no nos reconocemos. Así es el ser humano sin Dios.

Por lo tanto el apóstol Pablo dice “pónganse el nuevo hombre”, porque este nuevo hombre va a hacer que cuando nos levantemos a la mañana digamos “sí, por ahí va la cosa, ahora si me estoy reconociendo”.
Es ver a Cristo formado en nosotros en nuestra madurez, el que nos lleva a vivir en una dirección clara, porque así es el terminar cualquier vaivén del corazón.

PUNTO FINAL AL VAGAR DEL CORAZÓN

Esta es otra parte del evangelio, nos preguntamos por qué la gente devuelve el evangelio y luego lo vuelve a comprar, o sea lo devuelve el lunes y lo compra el sábado porque al otro día hay que ir a la reunión. Así hacemos con el evangelio, nos lo ponemos y nos lo sacamos porque no entendemos con qué viene; Jesús dijo: “compra la verdad y no la vendas”, y aunque sabemos que no lo pagamos, Pablo dijo: “cuando yo compré el evangelio descubrí que fui alcanzado por Cristo para alcanzar algo”; o sea que Dios no nos depositó en la tierra sin proponernos una dirección clara.

El evangelio nos deja en una dirección clara, concreta, hacia la que podemos correr, a la que podemos ir primeramente en nuestro corazón. Primero es tener un corazón claro, direccionado para que pongamos punto final a la vagancia del corazón.

No más vagar en el corazón, para que no se endurezca, para que tenga una dirección clara, porque así es el evangelio, y vamos a abrazar lo que nos fue dado en Cristo, abracémoslo con fuerza y no lo devolvamos, no dejemos que nuestro corazón vaya y venga.

PUNTO FINAL A LOS ENEMIGOS DE LA CRUZ

¿Hacia dónde vamos en nuestra vida? Si quizá no hay una respuesta clara y contundente en nuestro corazón necesitamos meditar.

Filipenses 3:18-20 “Porque por ahí andan muchos, de los cuales os dije muchas veces, y aun ahora lo digo llorando, que son enemigos de la cruz de Cristo; el fin de los cuales será perdición, cuyo dios es el vientre, y cuya gloria es su vergüenza; que sólo piensan en lo terrenal. Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo”.

Cuando nos ponemos el nuevo hombre descubrimos quiénes somos, somos ciudadanos del cielo; y en este día nos notificamos de eso, no venimos aquí para que nos den una ciudadanía porque somos ciudadanos del cielo.

No más tiempo, no más atención, no más energía, no más fuerza a lo que es enemigo de la cruz, no más adoración al dios de los deseos. Dice la palabra que tengamos cuidado de los que andan por allí, de los que sabemos que roban nuestro tiempo y nos distraen.

Todos tenemos deseos, no malos deseos, deseos; el problema es cuando el deseo se vuelve nuestro dios y es un dios que exige adoración. Hay que soltar toda adoración a los deseos, punto final, no más adoración al dios de los deseos; y conectemos esto con el mensaje en que se nos habló acerca de la idolatría.

El hombre se enorgullece de lo que es realmente y cuando nuestros ojos son abiertos y descubrimos la vida en el nuevo hombre y la vida en el espíritu, tiene que haber un punto final, cosas que hasta ahora son orgullo para los hombres tienen que ser vergüenza para nosotros. Porque cuando vemos personas que viven adorando al dios de sus propios deseos es como sentir vergüenza ajena, cómo las personas edifican cosas para sí, personas que construyen imperios personales, todos nosotros las conocemos; hombres y mujeres que dedican sus vidas y sus fuerzas a construir lo suyo propio.

Si nuestros ojos son abiertos descubriremos que es vergonzoso vivir una vida en esa dirección, pero por el contrario la gente que lo hace se enorgullece de lo que está construyendo para sí; y en realidad lo que presenta es su propia vergüenza; pero nosotros vamos a poner punto final a las vergüenzas del hombre natural.

El versículo 19 dice “solo piensan en lo terrenal”, y aquí está la propuesta del apóstol Pablo una y otra vez “busquemos las cosas de arriba, pensemos las cosas que vale la pena pensar”.

¿Cómo hacemos para ponernos el nuevo hombre?

Es así, pensando, dejando de pensar y pensando, dejando de pensar en las cosas vergonzosas, dejando de pensar en las cosas terrenales, algunas son cosas malas y otras son cosas buenas, pero nosotros ya no juzgamos las cosas por buenas o malas sino por terrenales o eternas.

“Porque están por ahí los que solo piensan en lo terrenal”; hay personas que oyendo la palabra de Dios, oyendo las escrituras, oyendo un mensaje inspirado por el espíritu, siguen pensando en las cosas terrenales: “pastor, está buenísimo su mensaje, pero cómo Dios me va a hacer pagar la tarjeta, ya estamos llegando al día diez…”; no, el evangelio no nos lleva a pensar en las cosas terrenales sino que nos lleva a que toda cosa terrenal sea sujeta a nuestra realidad en el espíritu”.

PROVOQUÉMONOS A LAS REALIDADES DE DIOS EN NUESTRO ESPÍRITU, PENSEMOS EN ELLAS, DEDIQUEMOS TIEMPO A PENSAR.

Ese es el punto final que tenemos que poner, y gracias a Dios si estamos vivos en el espíritu podemos poner este punto final; si no estamos vivos en el espíritu nos costará porque a la mente humana le cuesta ponerse puntos finales a sí misma. Pero damos gloria a Dios por la vida en el espíritu, ahí es donde está el poder de poner punto final, cuando el apóstol Pablo dice “despójense del viejo hombre”; traigamos un punto final a las cosas que ya no nos tienen que acompañar más porque este es el tiempo de que dejemos de buscar reconocernos y comencemos a reconocernos en Cristo, a vernos como Dios nos ve y a expresar la naturaleza que nos fue dada en Cristo.
Vers. 20… Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo.

Muchos tenemos la experiencia de haber estado en un país del cual no somos, hemos dicho qué bueno es esto o aquello de ese país, y aunque nos guste mucho eso, nuestra sensación es que estamos de paso, porque nuestra ciudadanía no es la de ese país.

Hemos escuchado la frase “ahora sí, a esto le pongo un punto final”, no es poner punto final solamente porque no nos gusta algo; los puntos finales del espíritu nos harán recordarnos adónde pertenecemos, que somos peregrinos porque solo estamos por un tiempo; pero también somos embajadores porque en este tiempo en el que estamos tenemos un propósito.

Somos peregrinos y somos embajadores, en ambos casos no construimos una vida como quien planea quedarse. No vivamos la vida como si nuestra ciudadanía correspondiera a esta vida natural y temporal. Los embajadores comerciales hacen negocios en favor de la nación que los envía, pertenecen a otra ciudadanía. Decimos de ellos: “sí, este viene a traer trabajo pero se va a llevar las ganancias”, y así es.

Vamos a hacer producir todo lo que podamos, pero nuestra ganancia no está puesta en lo que hacemos en la tierra, sino que tenemos que tener claro qué es lo que queremos sacar de todo esto.

Porque hay gente que con tal de que su corazón no se desvíe no hace nada, pero es al contrario, porque nos quedamos en la vagancia y es peor todavía. Seamos productivos, busquemos oportunidades, ocupemos nuestro tiempo sin perder la claridad. SOMOS PEREGRINOS, AHORA NOS VEMOS, MAÑANA NO SABEMOS, ENTONCES DISFRUTÉMONOS, AMÉMONOS, APROVECHÉMONOS.

No hagamos cosas como quien tiene residencia permanente, busquemos cosas que se desarman fácilmente. Y las cosas deben ser fácilmente desarmables en nuestro corazón, en nuestro ser interior se tienen que desarmar rápidamente, porque así es la vida de un peregrino, pero al mismo tiempo construir cosas de verdadero valor porque así es la vida de un embajador.

PUNTO FINAL A LA IGNORANCIA ACERCA DE DIOS

Pongamos punto final a la ignorancia de Dios, este fue el enojo de Dios con Israel, que no lo conocieron, no que se quejaron, que murmuraron, que le hicieron un dios de oro; Dios se enojó porque consumieron sus beneficios pero no quisieron conocerle. Por eso una pregunta para nosotros hoy es cuánto conocemos de Dios, no cuánta información acumulamos en nuestra cabeza de todas las reuniones a las que vinimos.

Hay un estudio hecho en Argentina que dice que nueve de cada diez personas se confiesan ser creyentes en Dios, pero solamente tres dicen que asisten a un lugar a oír un mensaje; es tremenda la estadística, la cantidad de gente que hay confesando creer en Dios, pero creer no es nada si lo ignoramos a Él, si no lo conocemos, si no queremos entender la dirección que Él nos propone, si no anhelamos conocer realmente de qué se trata su evangelio. Eso es lo que produce enojo.

Vemos a algunos religiosos que dicen “miren al mundo cómo vive en pecado”, y se enojan; y Dios dice: “y a este qué le pasa, si al final fui yo el que pagó el precio”; estemos tranquilos, no nos enojemos, porque Dios no anda enojado por el pecado de los hombres, lo que le causa enojo son las personas buscando beneficios de Dios pero nadie queriendo conocerle.

Colosenses 3:1-3 “Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. 2 Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. 3 Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios”.

Tenemos que buscar las cosas de arriba porque estamos muertos y nuestra vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando ponemos la mirada en las cosas de arriba nos estamos buscando a nosotros mismos porque estamos escondidos. Busquemos las cosas de arriba, porque si nos estamos queriendo encontrar y conocer, no nos vamos a encontrar en la tierra y en las cosas de la tierra, nos vamos a encontrar en las cosas del espíritu, en las cosas celestiales; con lo cual hacemos cosas terrenales pero las que buscamos no son terrenales.

Hacemos cosas terrenales, formamos cosas terrenales, formamos una familia que es terrenal pero estamos buscando la celestial, miramos a las personas como terrenales pero queremos verlas en el espíritu, porque esa es nuestra ciudadanía, así de sencillo. Damos gracias al Padre porque nuestra vida está en Él, nuestra ciudadanía es celestial.

Hebreos 13:14 “porque no tenemos aquí ciudad permanente, sino que buscamos la por venir”.

Hebreos se dedica constantemente a hablar de esto, y no es casualidad que se lo hable a los judíos, a los hebreos, porque eran muy nacionalistas, para ellos el todo era la nación de Israel, y lo sigue siendo hasta el tiempo presente; no hay nada fuera de Israel, nada es importante fuera de Israel.
Y el escritor a los hebreos les hace recordar que la tierra no está acá, no está en la tierra, que la ciudad que Dios les propuso es una ciudad del espíritu, porque allí está nuestra ciudadanía.

Hebreos 11:13-16 “Conforme a la fe murieron todos éstos sin haber recibido lo prometido, sino mirándolo de lejos, y creyéndolo, y saludándolo, y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra. Porque los que esto dicen, claramente dan a entender que buscan una patria; pues si hubiesen estado pensando en aquella de donde salieron, ciertamente tenían tiempo de volver. Pero anhelaban una mejor, esto es, celestial; por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos; porque les ha preparado una ciudad”.

Cuando dice “todos ellos”, está haciendo referencia justamente a aquellos que fueron sacados de Egipto. Dice la palabra que porque ellos operaron en fe, esa fe los provocó a anhelar una ciudad y a saludarla de lejos, vivieron su vida sin llegar nunca, se murieron sin verla, pero vivieron en la fe de creer que anhelaban una patria.

Si leemos todo, el escritor les dice a los hebreos “no tenemos que saludarla de lejos y de vivir algo que nunca vamos a tener, porque ya lo tenemos en Cristo”; no podemos saludarla de lejos porque ya Dios nos dio esta ciudadanía en Cristo, ya estamos en esta ciudad. Es por eso que ya no vivimos vagando, eso es lo que se produjo en los hebreos, genial, tuvieron fe, pero terminaron vagando en su corazón; ya tenemos para vivir un mejor pacto, y esto es lo que explica Hebreos.

Hebreos 12:18 “Porque no os habéis acercado al monte que se podía palpar, y que ardía en fuego, a la oscuridad, a las tinieblas y a la tempestad”.

Cuando Israel fue sacado de Egipto el primer objetivo al que tenían que llegar no era la tierra prometida sino al monte, aquel en el cual Dios le iba a dar las leyes a Moisés para todo el pueblo de Israel.

Ese monte se podía palpar, y cuando ellos se acercaron se asustaron, hasta Moisés mismo se asustó; se espantaron porque ellos esperaban conocer un Dios maravilloso, hermoso, y cuando llegaron al monte era terrible, había fuego, tinieblas, truenos.

Entonces aquí el escritor a los hebreos les tuvo que decir “mis amados, no se han acercado a ese monte, al que ardía en fuego, a la oscuridad, a las tinieblas y a la tempestad”. Porque si Dios levantara glorias externas a nosotros para que creamos más, para que tengamos experiencias; quizá a veces algunos nos damos cuenta de que somos tan duros en cambiar algunas cosas que a veces necesitamos que Dios haga cosas violentas con nosotros.

Pero lo más probable es que esa gloria nos alejaría, porque tenemos un Dios que es muchas cosas y es uno, Él es fuego consumidor, claro, tenemos una biblia que Él es como un silbo apacible, pero también es un fuego consumidor. Pero gloria a Dios porque no fuimos acercados al monte que se toca.

Hebreos 12:19-21 “Al sonido de la trompeta, y a la voz que hablaba, la cual los que la oyeron rogaron que no se les hablase más, porque no podían soportar lo que se ordenaba: Si aún una bestia tocare el monte, será apedreada, o pasada con dardo; y tan terrible era lo que se veía, que Moisés dijo: Estoy espantado y temblando”.

En esa gloria Dios les decía “vas a hacer esto, vas a hacer lo otro”, y ellos no lo pudieron soportar, se mantuvieron lejos. Y tan terrible era lo que se veía que Moisés dijo “estoy espantado y temblando”. Pero no nos acercamos a ese monte, nos acercamos al monte de Sion, a la ciudad del Dios vivo.

Esto no es un concepto abstracto, “oh, qué lindo, nos acercamos a la ciudad de Dios”. Lo que nos está diciendo es adónde nos acercamos cuando nos acercamos al evangelio. Estas son las realidades del espíritu, no hay nada más real en nuestra vida; si creemos que estar en este auditorio es real sepamos que hay cosas más reales, porque ahora estamos aquí, pero si venimos horas más tarde no queda nadie.

Somos peregrinos en una vida natural, pero en el espíritu suceden las cosas reales y verdaderas.

Hebreos 12:22-24 sino que os habéis acercado al monte de Sion, a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial, a la compañía de muchos millares de ángeles, a la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos, a Dios el Juez de todos, a los espíritus de los justos hechos perfectos, a Jesús el Mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que la de Abel.

A eso nos hemos acercado, a las realidades, estamos siendo expuestos a exponer a nuestro corazón y a nuestra mente a las cosas verdaderas de Dios, no nos hemos acercado a cosas tangibles y a cosas temporales. Quizá nuestro corazón vagando se aleja de las realidades de Dios, acerquémonos nuevamente, a su realidad, a su vida, a su verdad, al gozo de oír su voz, al gozo de pertenecer a la ciudad celestial, no a la ciudad en que vivimos, la que mientras más conocemos sus realidades políticas cuando andamos en sus calles, más terrible nos parece ser ciudadanos de ella.

Si reconocemos a alguien que quiere quitarnos del engaño, hemos conocido a alguien que verdaderamente nos ama.

Hebreos 12:7-8 “Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina? 8 Pero si se os deja sin disciplina, de la cual todos han sido participantes, entonces sois bastardos, y no hijos”.

Lo que nos hace hijos es 1: la disciplina y 2: que soportemos la disciplina.
Tenemos un Padre que no impone su disciplina sino que nos la propone. A diferencia de los padres naturales que imponen disciplina tenemos a Dios que nos propone su disciplina y tenemos que aceptarla.

Hebreos 12:9-13 “Por otra parte, tuvimos a nuestros padres terrenales que nos disciplinaban, y los venerábamos. ¿Por qué no obedeceremos mucho mejor al Padre de los espíritus, y viviremos? 10 Y aquéllos, ciertamente por pocos días nos disciplinaban como a ellos les parecía, pero éste para lo que nos es provechoso, para que participemos de su santidad. 11 Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados. Por lo cual, levantad las manos caídas y las rodillas paralizadas; 13 y haced sendas derechas para vuestros pies, para que lo cojo no se salga del camino, sino que sea sanado”.

• Tenemos un Padre celestial y Él nos disciplina, por años hemos evitado esta palabra porque venimos de un evangelio rancio, donde si algo malo nos pasaba era porque Dios nos estaba disciplinando.

• Así éramos, medio esquizofrénicos, decíamos: “debe ser que el diablo te está atacando pero Dios te está disciplinando”, bueno pero al final cómo es la cosa, nos ataca el diablo o Dios nos disciplina.
Eso es no leer atentamente, porque Dios no nos disciplina con cosas que nos pasan en la vida, su disciplina es en el espíritu. Porque si fuera con cosas que nos pasan cómo las podríamos aceptar, ya nos pasaron, no podemos decir si lo aceptamos o no, ya nos pasaron.

Las disciplinas de Dios no son cosas que nos pasan en la vida sino que cuando nuestro camino comienza a torcerse o nuestro corazón va y viene se produce una disciplina en nuestro espíritu que trae tristeza.
Y se dan dos cosas: 1) una tristeza por causa de que sentimos que Dios nos está disciplinando y 2) una convicción de que algo estamos haciendo que no nos provee y no nos conduce al camino de Dios.

No podemos retar a nuestro hijo si no tiene idea qué hizo, solo si tiene en claro por qué. Añadimos un tercer punto acerca de esto: 3) cuando identificamos una disciplina del Padre nuestros brazos caídos van a ser levantados.

Nuestro Padre celestial no nos disciplina para provocarnos a una conducta, Dios no nos disciplina para decirnos “esto es lo que tú tienes que hacer”, las disciplinas del Padre no son circunstancias que vivimos, la disciplina viene cuando nos estamos distrayendo, cuando nuestro camino en la tierra se tuerce.

Son propuestas a nuestro corazón, es una vida de discipulado pero un discipulado en provocación; claro que algunas cosas traen tristeza a nuestras vidas, pero la disciplina del Padre viene cuando el camino se tuerce pero la necesitamos, reconociéndola desde nuestro espíritu.

Cuando reconocemos la disciplina del Padre, Él nos dice sin duda “Yo sigo en el control de absolutamente todas las cosas”. La disciplina del Padre dice que nada de lo que está a nuestro alrededor puede tocarnos si Él no lo permite.

La disciplina del Padre nos recuerda que no hay nada más importante que nuestra propia madurez, que nada puede distraernos o absorber más nuestras energías que aquello a lo que Dios nos está queriendo provocar.

Por lo tanto hoy absorbamos todas las cosas, ya no importa si fueron errores, si fueron personas, sino que nos sometamos a la disciplina del Señor; entonces nuestros brazos estarán comenzando a fortalecerse nuevamente, nuestro corazón comenzará a tener la fuerza de Dios. La disciplina del Padre nos recuerda que no tiene ningún sentido que todo nos salga bien en la vida si no podemos ser expuestos a las realidades de Dios.

No sirve que busquemos las ilusiones del hombre natural sino que seamos expuestos a la realidad de Dios. Debemos tener presente que cuando le entregamos tiempo a cosas que son menos importantes, cuando movemos agenda por cosas intrascendentes es cuando nuestro corazón va vagando, porque hacemos tremendos esfuerzos para estar en lugares que no nos producen ningún provecho, pero al mismo tiempo menospreciamos momentos en los que sabemos que somos expuestos a la realidad de Dios.

Nuestra alma necesita que todos los días en oración digamos: “Padre, en este día quiero solamente recordar que voy a vivir este día en la tierra, pero que soy peregrino, que no estoy aquí para construir un imperio personal, solamente quiero recordar de dónde soy ciudadano y quiero que me recuerdes por qué estoy aquí en la tierra, porque soy embajador tuyo”.

No menospreciemos, no desaprovechemos, no juzguemos reuniones por experiencias, no juzguemos el estar en determinado lugar por lo que nos produce a nivel mental, sino que aprovechemos todo tiempo, porque la disciplina del Padre nos hará recordar cada día que somos peregrinos y somos embajadores y que nuestra ciudadanía es celestial.

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