EL LLAMADO AL CONOCIMIENTO 2

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La Vanidad y el conocimiento

La Vanidad puede limitar nuestra sabiduría y necesitamos estar advertidos. Salomón fue un rey de Israel a quien le fue otorgado dones de sabiduría e inteligencia. Fue tan grande la experiencia de conocimiento que Salomón alcanzó, que en la cima de su “éxito” como rey escribió Eclesiastés. Veamos dos pasajes en este libro

“Vanidad de vanidades, dijo el Predicador; vanidad de vanidades, todo es vanidad”.

Eclesiastés 1:2

“No hay cosa mejor para el hombre, sino que coma y beba, y que su alma se alegre en su trabajo. También he visto que esto es de la mano de Dios”.

Eclesiastés 2:24

Salomón se encontró con un gran límite en su sabiduría: la vanidad. Él encontró que la vida del hombre no tenía ningún sentido, no importa lo que hiciera o a lo que se dedicara. Él se encontró con aquella maldición de Dios sobre el hombre: polvo eres.

Los hombres tratan con esas frustraciones con más distracciones, nuevas metas o simplemente sobreviviendo. Como hijos de Dios expuestos al evangelio, debemos mirar esta frustración cara a cara y resolverla. Si en verdad nos enfrentamos a esta dura realidad de la naturaleza humana, encontraremos rápidamente la respuesta: conocer a Dios le da sentido a nuestras vidas. Nada hay sobre la tierra que tenga más sentido.

La obra de la cruz ha revertido para nosotros el estar sujetos a vanidad

Sólo la Cruz de Cristo pudo revertir la vanidad del hombre, otorgándonos vida eterna y espiritual. Esa vida nos trae grandes oportunidades de ser partícipes de cosas inesperadas y poderosas, entre las cuales se encuentran el conocer a Dios. Sólo por esa vida espiritual podemos conocer al Dios que es Espíritu.

En toda esta sección nos concentraremos en el conocimiento que nos es otorgado por la vida espiritual. Buscaremos identificar ese conocimiento como una fuente infalible de vida y alimento, para poder tomar de ese conocimiento para poder añadirlo a nuestras almas.

Todo esto debe conducirnos a entender que solo la esperanza a la que hemos sido llamados puede conducirnos a una verdadera motivación para conocer a Dios. Es el anhelo genuino de alcanzar madurez la única razón válida y espiritual por la cual debemos añadir conocimiento a nuestras almas.

Ya hemos visto que el alma, por sí misma, no tiene especial interés por alcanzar verdadera madurez espiritual. En realidad, el alma solo está interesada en esa manera de madurez que le proporciona beneficios humanos, naturales, terrenales o materiales. Es el anhelo de nuestro espíritu el que gobierna nuestros corazones para procurar la verdadera madurez espiritual, cuyo resultado proporciona a Dios lo que Él espera de nosotros: el fruto de la vida espiritual que nos ha sido otorgada.

Una Advertencia

Antes de continuar en este camino espiritual, es importante manifestar una advertencia. El conocimiento verdadero de Dios suele trastornar todo lo edificado en el corazón. Claro que también traerá orden y diseño al corazón, pero es importante entender que el conocer a Dios no es como añadir cualquier tipo de conocimiento.

En general, cuando la mente adquiere algún tipo de conocimiento, este se mezcla y combina con conceptos preconcebidos. El nuevo conocimiento encuentra en la mente canales marcados con anterioridad y se adapta a ellos para alimentar conclusiones que se adaptan a las expectativas humanas y su propia comodidad. Sin embargo, el conocimiento de Dios no opera de esa misma manera. Hablamos de una experiencia para el alma que es muy poderosa y devastadora para los sistemas del mundo que mantienen al alma en ignorancia.

¿Ha pensado que debió suceder en el corazón de una persona que ha alcanzado a amar a sus enemigos? Es imposible experimentar ese tipo de amor en el corazón, si no son destruidas las estructuras comunes que mantienen al alma en sus formas humanas y naturales de amar.

Por lo tanto debemos estar advertidos: el conocimiento de Dios no produce información en nuestra mente, sino una transformación que produce la expresión misma de ese amor y vida en nosotros mismos. Es una luz que irradia y se hace parte de nosotros; destruye y construye algo nuevo; arranca y siembra, mata y revive.

Juan 6:63 dice: Jesús dijo: “las palabras que yo les he hablado son espíritu y son vida”.

Juan 6:68 dice: “Le respondió Simón Pedro: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna”.

Conclusión:

Su alma pudiera estar atrapada en cárceles de vanidad por experiencias vividas en el pasado, o sencillamente debilitada por emociones y pensamientos de los cuales no puede despojarse. Solo una palabra y una verdad pueden transformar completamente el alma. El conocimiento correcto tiene el poder para cambiar la debilidad en fortaleza, la tristeza en gozo, la amargura en entusiasmo.

El alma fue creada con la capacidad de experimentar emociones. Ninguna emoción es mala o buena en sí misma. Puede haber tristezas que traen beneficios a nuestro crecimiento, trayendo cordura, humildad, capacidad de reflexión, arrepentimiento, etc. De la misma manera puede haber alegrías que en realidad son adversas. ¿Qué marca la diferencia entre una emoción buena y una mala? El conocimiento o la ignorancia que la preceden.

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